A PAMPLONA CON MIS CHICAS VITAMINAS

Hace años que hago un curso de inteligencia emocional en la escuela de adultos. Año tras año porque creo que es la asignatura pendiente que tenemos todos y debería de ser obligatoria desde niños en los colegios. Además de admirar a la profesora, que ya es amiga y una gran comunicadora. Y aunque los temas a veces se repitan, parece que los cuenta de otra manera y siempre parece que van dirigidos a ti, o es lo que necesitas oír ese dia, es mágico. Además, rematamos siempre las clases con una meditación guiada. Todo ello hace que salga en un estado de bienestar y paz, además de haber formado ya un vínculo muy especial con algunas que denomino: “mis chicas vitaminas”, jajaja. Como colofón, todos los años se organizan un par de viajes, donde podemos compartirnos más intensa y estrechamente. Visitamos alguna gran ciudad española y nos empapamos de su cultura, historia, gastronomía y vidilla nocturna. Este año, le tocó a Pamplona. Ya en el viaje de ida, nos repartieron una guía realizada por los organizadores de la escuela, donde además del programa, nos contaban algo de la historia de la ciudad y nos aconsejaban algunos de los restaurantes y tascas de pintxos más famosos. El hotel Maisonnave estaba en el mismo casco antiguo, por lo que era muy cómodo para callejear por el mismo. Asi que nada más llegar el viernes noche, nos dirigimos a la calle San Nicolas, paralela a la calle Nueva, donde nos alojábamos. Una primera ronda, con un vinito de la tierra y un pintxo en el Asador Katuzarra y de allí rápidamente otra en el Viña Iruña, al lado, porque cerraban todas las cocinas a las 23h, pues a las 24h tienen que estar puntualmente cerrados si no quieren ser multados. Y la policía vimos que puntualmente empieza a patrullar por las calles peatonales comprobando que se cumple. Igual que ocurría en Logroño. Y no me extraña, supongo que para mantener la buena convivencia con los que viven en esas calles, pues están abarrotadas de gente con un ambientazo impresionante. Aunque había mucha gente me encontré sorprendentemente con una sobrina de Torrent, a la que no veía hacía tiempo y que iba de despedida de soltera, increíble si quedamos igual no nos encontramos, lo que son las sincronicidades. El primer día fuimos buenas y pronto nos retiramos, tras dar una pequeña vuelta por la plaza del Castillo, ver su café Iruña, totalmente
vintage, en el que te trasladas a principios de siglo XX y hasta puedes fotografiarte con la estatua de bronce de Ernest Hemingway, habitual visitante de la ciudad en su fiesta nacional de los San Fermines, como buen disfrutón que era. Rematando con unos bailes en el casino. La visita del sábado empezó con un recorrido panorámico por la ciudad nueva para que nos hiciéramos una idea de ella y, luego, un paseo por todo el casco antiguo siguiendo las explicaciones de nuestra guía, hasta las 13:00 h que nos fuimos a hacernos el vermut a la plaza de la Navarrería. Lamentablemente esta plaza es famosa porque en ella hay una fuente desde donde los guiris borrachos se tiran, con las dramáticas consecuencias que a veces ha tenido esta costumbre.
Primero visitamos la Mejilloneria y luego la Tortillería, justo al lado, donde tienes un sinfín de gruesas tortillas de todo tipo y dónde te ponen un vermú casero en un vaso de agua que hace por 3 ó 4 de los que habitualmente pueden ponerte en cualquier sitio. Había una concentración roquera y el ambientazo era impresionante en la plaza, así que ya volvimos muy contentas a comer al hotel. Por la tarde visitamos la Catedral antes de volver a arreglarnos para salir nuevamente de pintxos. Hoy probaremos el mejor pintxo de bacalao con un Xacolí primero para rematar nuevamente con el de Fuá, que va siendo apuesta segura. Luego nos fuimos a otro para tomarnos un “escombro” un mini bocata con jamón y chistorra. Para terminar y preguntando a los lugareños, nos fuimos a un pub con música de los 80 y 90 y asi bailar un rato. Aunque finalmente algunas volvimos al del Casino, donde habíamos estado el día anterior y sabíamos ya que nos gustaba la música y el ambiente. Se notaba que era sábado, todo estaba abarrotado. Al final me quedé la última dejándome mimar por un lugareño muy simpático que conocimos y que me acompañó, como buen caballero, hasta la puerta de mi hotel. Con solo 4 horas de sueño afronté el domingo el paseo por los restos de la muralla de la ciudad y el parque de la Ciudadela. Y por la tarde el Palacio de Olite. Espectacular, cual castillo de Famobil. Como justamente ahora he sucumbido a ver la serie de Juego de Tronos, me era muy fácil imaginarme las escenas de la historia que nos relataba el joven guía. Nuevamente asi, poníamos punto final a un fin de semana intenso cultural, gastronómica y emocionalmente. Totalmente recomendable para el cuerpo y el alma. Gracias a todas las almas bellas que han aparecido en mi vida gracias a este curso de Inteligencia Emocional.

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