PRIMERAS SINGLADURAS DEL 2011

Hacia mucho tiempo que no organizaba ninguna singladura de fin de semana a la antigua usanza, o a mi antigua usanza. A parte de las regatillas de Club dominicales, que habitualmente hago con mi querido Imposible en el CN de Valencia, y que me ayudan a saciar mínimamente mis ganas de navegar, hacía meses que no hacía una singladura de varios días. Seguramente desde Septiembre cuando hice mi honey Moon por el Egeo. Así que me propuse volver a las andadas, busqué un par de fines de semana en los que no tuviera regata y así no faltar en mi compromiso con el Imposible, y con la mente abierta, lejos de prototipos de tripus femeninas o excluyentes, lancé e-mails a diestro y siniestro, a toda mi agenda marinera.

Inicialmente fueron muchos los que contestaron, los que me alegraron y dieron vidilla y, me sirvió de inyección de ánimo o reafirmación, para mi recuperación como propulsora de estos eventos. Un par de llamadas y mails a los dos armadores más de mi confianza, enseguida me permitieron cerrar un precio más que razonable y alquilar por dos fines de semana un Dofour 40’ en Denia. El derrotero sería nuevamente el habitual de antaño, salir y recorrer la preciosa costa Alicantina, desde Denia a alguno de los típicos pueblecitos que la salpican.

El primer fin de semana el parte meteorológico era más complicado, con viento, sol y lluvia, pero ello no hizo que desistiera de los planes, máxime contando con la participación de mi querido Ferdy, aunque las otras dos tripulantes eran muy grumetillos, pero con muchas ganas de aprender.

Arribamos el viernes tarde al Portet a tiempo para estibar la compra de mercadona en el Adaia, el flamante Dofour 40’ del 2009, asignado. A Ferdy le encantó, la verdad es que estaba impoluto. Nos hicieron la entrega oficial con sus correspondientes indicaciones de dónde está todo, estibamos la compra, y nos fuimos al Zensa a tomarnos unos Gin Tonics mientras esperábamos al resto de la tripulación. Pronto llegó una de ellas, a quien hacía mucho que no veía, lo que hizo que acompañáramos a los Gins salinizados con una animada charla para ponernos al día del tiempo transcurrido.

A la segunda grumetilla la esperamos ya en el barco, con la cenita sobre la mesa, a base de ibéricos, tabla de pates y quesos y un buen vino tinto. En la dársena soplaban unos 20 nudos, por lo que el parte se cumplía, al día siguiente era seguro que tendríamos mar formada. La sobremesa la rematamos con una copita en el Blues, donde, como preveíamos, había música en directo. Un fantástico grupo que nos hizo bailar recordando los grandes éxitos de todos los tiempos, Dire Stress, Beatles, U2, etc. Un entrañable momento que no pudo ensombrecer, ni el encontrarme con alguien no deseado.

El sábado amaneció soleado, con poco viento, desayunamos y sobre las 10 a.m. como habíamos planeado, soltamos amarras. Ferdy me dejó al timón, e hice una salida limpia, a pesar de lo estrecha de la dársena. Aprovechamos la anchura posterior de la dársena para izar la mayor, antes de enfilar la bocana, en la que divisábamos una ola rompiente más allá de la señal de la laja que hay en su entrada. Nunca había visto tan adentro una ola rompiente con aquella fuerza. Metí algo más de motor con el fin de cruzarla con la proa, antes de caer y poner rumbo al Sur, no quería que nos revolcara por el través. Realmente nos esperábamos mar, por el viento del día anterior, pero no tanto. También había más viento del previsto, pero se cumplía del NE, por lo que nos permitía adoptar un rumbo de aleta, casi a rumbo directo. Paramos motor y navegamos con solete y plácidamente a vela durante unas tres horas, sin bajar de los 5/6 nudos de velocidad, por lo que para la hora de comer ya estábamos al través del Peñón de Ifach.
Las dos grumetillos cogieron el timón y perdieron el handicap que todos tenemos en nuestras primeras travesías. Intentábamos aclararles, tanto Ferdy como yo, el por qué de lo que ocurría según hacían en el timón, y sus caras reflejaban la satisfacción que ello les producía.

Aunque habíamos hecho nuestro religioso ángelus, coronita en mano, los estómagos reclamaban ya la comida. El día era tan fantástico, que a pesar de lo que normalmente suele ocurrir en invierno, nos permitimos el lujo de fondear para comer, en cala Mascarat, al pasar Cabo Toix. Echamos el hierro demasiado dentro, por lo que en breve tuvimos que levantarlo y cambiarlo, pues al bornear el barco se acercó peligrosamente a unas piedras que velaban. Rectificar es de sabios, lo único que supuso fue la caída de una copa de vino sobre el pantalón “devuelva” que llevaba Ferdy!…jajajá…

El sol nos acompañó durante toda la comida, mientras dábamos buena cuenta de un pollo asado acompañado de una fantástica ensalada. Pero antes de que cayera del todo y cogiéramos frío, enfilamos la bocana del puerto de Calpe, donde nos recibieron por radio gratamente, asignándonos un amarre. Tuve el honor de realizar la maniobra, como no conocía lo suficiente al Adaia, pero sabía que caía a babor, decidí tomar arrancada atrás antes de entrar en la dársena asignada, para tener gobierno suficiente y con leves sugerencias de Ferdy, lo bordamos, entrando limpiamente sin tocar ni una defensa de los vecinos.

Mientras los demás se quedaban preparando una piña natural con cava para merendar, me dirigí a la oficina del marinero para hacer la entrada. Todos mis esfuerzos por conseguir permiso para bañarnos en el jacuzzi de la terraza no sirvieron para nada, pues el joven marinero no consintió. Algo decepcionada volví al barco y me sumergí en la piña bañada en Doña Anna. Casi habíamos ya dado cuenta de ella cuando vino el marinero a decirnos que por qué no habíamos ido al jacuzzi, que era broma lo de que no podíamos, ¡a buenas horas mangas verdes!, me la guardaría para la próxima vez.

Al anochecer nos pusimos nuestras ropas de niñ@s guapos y nos fuimos a cenar en tierra. La idea original era haberlo hecho en el Tapanyaqui que hay frente al club, pero para mi decepción estaba cerrado. Casi todo estaba cerrado. Parecía un pueblo fantasma, con todas sus calles desiertas. Solo un chino encontramos abierto y allí fue dónde finalmente cenamos a base del típico menú variado que suelen tener. La copa fue de nuevo en el barco, visto el vacío que había en el único pub que encontramos abierto. Nuestros bolsillos lo agradecerían y nuestra música a bordo era mejor. Luego sin embargo, al llegar, cambiamos los bailes por la observación de las estrellas que nos permitió el Celestrón. Un Telescopio electrónico que regalé a Ferdy por su cumpleaños, asesorada por nuestro querido Kaia, y que todavía no habíamos tenido ocasión de estrenar. Era increíble como, incluso a través del antirociones, pues el frío, 0º marcaba, no nos permitía salir totalmente a la bañera. Las acertaba todas, las conocidas y las desconocidas, con todo lujo de detalles, como si tuviéramos al mejor astrónomo a bordo.

Al día siguiente la temperatura pasó cuenta a mi cuerpo, que se levantó calenturiento, con tiritones de fiebre. El día totalmente desapacible, según preveía Ugrib. Inicialmente solo encapotado, pero con viento, aunque ahora del NE, que nos obligaba a ir de ceñida para volver a Denia, así que la sensación de frío se multiplicaba considerablemente.

Inicialmente cedí el timón a una de las dos grumetillas, que soltó rápidamente por el susto que se dió, cuando se le fue de orzada por la influencia del Peñon, que nos obligó a dar una virada en redondo completa, antes de hacernos de nuevo con el gobierno. Pero el relevo fue por la otra grumetilla, que lo llevó perfectamente durante un par de horas ciñendo a rabiar con los 20 a 25 nudos que teníamos de viento.

Finalmente, decidimos enrollar Génova y poner motor para cruzar a rumbo directo la gran bahía de Javea y pasar el Cabo de San Antonio, dónde ya una punzante lluvia empezó a caernos. Mi helado cuerpo ya no aguantó más y tuve que tirar la primera papilla por la banda de sotavento. Era la segunda vez en mi vida que me pasaba. Para animarnos, Ferdy nos lanzó una invitación para comer una paellita ya en puerto, antes de liarnos con el arranchamiento del barco, y me ofreció varias veces que me echara en el camarote y el se encargaba de toda la maniobra de atraque, pero me recompuse y me puse al timón para llevarla a cabo, siempre he pensado que es mejor distraer la mente y ponerse a hacer algo, antes de rendirse al mal cuerpo.

Bajo una fina lluvia ahora, el primer intento de entrar en la dársena fue fallido, la dársena central al fondo tiene muy poco fondo y por prudencia decidí sobre la marcha, salir atrás hasta tener espacio suficiente para dar la vuelta y entrar ya con gobierno atrás. El atraque fue así certero bajo la atenta mirada del marinero que nos aguardaba para ayudarnos con las amarras.

Dicho y hecho, lo dejamos todo y nos fuimos a dar cuenta de esa sabrosa invitación que hizo que volviéramos a entrar en calor nuestros cuerpos y sobrellevar el bajón que en todo final de singladura me embarga.

En un par de fines de semana, estaría nuevamente a bordo, así que concentré mi mente en ello con la mirada al frente, aunque en aquella ocasión no podría gozar de la compañía de Ferdy, que ya estaría en el lejano Caribe a bordo de su precioso Rebeca.

En el siguiente fin de semana volvíamos a ser solo cuatro tripulantes, dos de ellos CY y una grumetilla, MJ, a quien le hice su bautizo para su cumple el pasado agosto y había quedado encantada. En esta ocasión sabía que la meteo era totalmente inversa, no habría baño y el solete, aunque disfrutamos de él, solo pintaría bonito para la foto, que digo yo, pero el frío seguiría estando presente. La meteo en esta ocasión era mucho más plácida, demasiado plácida, porque el domingo no había nada previsto, como ocurrió.

Arribamos todos a la vez al Portet, allí estaba el Adaia esperándonos pacientemente. Estibamos todo y tras cenar nos fuimos nuevamente al Blues para disfrutar de la asegurada buena música en directo. Es ya el broche de arranque de toda singladura en Denia.

El sábado zarpamos tras el desayuno, en esta ocasión, en cuanto saqué el barco del atraque, le cedí el timón a la grumetilla para que se familiarizara con él. Y navegamos a vela hasta Altea, aunque en esta ocasión de ceñida, porque el poco viento, unos 10 nuditos, los teníamos de SE. Ello nos permitía navegar sin demasiada escora, por lo que intercambiamos cámaras y nos dedicamos a hacer book de fotos a alguno de los tripulantes, que le dio por hacer paso-pose por el pujamen de la Mayor!..jajaja.

La buena navegación, a unos 5/6 nudos, hasta la bahía de Javea, dónde había una regata de vela lígera, que cruzamos prudentemente, nos permitió fondear para comer en la cala de la punta del Albir, donde han puesto boyas y el atraque por tanto es más seguro. Un par de veleros más y algún yate de motor, estaban ya allí cuando nosotros arribamos.
Pillamos sin problemas la boya a la primera y quedamos perfectamente fondeados proa a tierra, por lo que el sol nos acompañó lo justo para comer, pues en cuanto empezó a caer, que en esta época del año es sobre las 17h, tuvimos que soltar la amarra de la boya y enfilar la bocana del puerto de Altea, dónde también nos recibieron amablemente asignándonos un amarre fantástico en una de las más amplias dársenas. Cosa impensable en temporada alta, donde siempre, como mucho, te dejan abarloarte en la gasolinera. De hecho, creo que era la primera o segunda vez nada más, que había conseguido atraque en este club naútico, como visitante.

En esta ocasión, uno de los tripulantes, pidió hacer el atraque, aunque es CY ha navegado muy poquito, por lo que modestamente me pidió que le guiara, y justo a su lado, pero sin tocar para nada ni timón ni palanca del motor, le fui susurrando, todo lo mejor que supe, como tantos patrones han hecho anteriormente conmigo. Lo bordó, y todos le felicitamos, y me sentí orgullosa de lo que pude contribuir a crecer su confianza.

La cena en tierra, estaba más que garantizada, en el precioso pueblecito de Altea, donde siempre hay gente en verano e invierno. Cenamos, unos más que otros, en una estupenda pizzería antes de dirigirnos a la Mascarada, el famoso pub de nuestros amigos Curt y Elena. El final de fiesta no fue como había imaginado, pero todo no puede ser perfecto y a veces el cuerpo te juega malas pasadas, pasándote dura cuenta del cansancio y escasa alimentación que acumulamos.

La luz del día te devuelve a la realidad cuando el sol te despierta por las escotillas y con él, soltamos nuevamente amarras. Las mismas manos que hicieron el atraque hicieron el desatraque, en esta ocasión sin necesidad de ninguna indicación, diciendo adiós al precioso pueblo de Altea, que salpicaba de blanco toda la montaña, coronándola con la cúpula de su gran iglesia.

El viento hizo mutis por el foro todo el día, así que fue motorada toda la vuelta. Uno de los tripulantes, propuso acertadamente, que la hiciéramos lo más próximo a tierra que nos permitiera la sonda, de manera que por lo menos pudiéramos disfrutar de la salpicada costa llena de grutas, desconocidas por muchos de nosotros.

A pesar del gusanillo que siempre me crea el motor, aguanté estoicamente todo el día, acopladita en una de las aletas de popa, mientras nuevamente se sorteaban el timón el resto de la tripulación. Nos quedamos al pairo para comer, apurando todas nuestras reservas de estiba a bordo, en la misma bahía de Javea donde hacía 15 días nos había sorprendido ingratamente la lluvia.

Arribamos al Portet poco antes de las 17h, que es la hora máxima de devolución del barco. En esta ocasión, desde el primer momento tuve claro que daría la vuelta y entraría con arrancada atrás desde el principio, y así lo hice, una pequeña ayuda desde el velero de babor para ayudarnos a entrar recta la popa y ya estábamos nuevamente, al final de otra singladura.

Las risas del resto de la tripulación no consiguieron sacarme del bajón que irremediablemente me produce cada desembarque, y es que cada vez me cuesta más volver a la cruda realidad, a los dias de traje y corbata y a las incongruencias del más que quemado sistema que llamamos sociedad.

Pero mientras llega ese gran día en el que suelte definitivamente las amarras de tierra, me conformaré con ir dando pequeños traguitos de libertad, que es lo que me ofrece mi querido mar, para saciar mi sed, hasta que me pueda emborrachar de mar!.

Comentarios

Alvaro ha dicho que…
Me alegro de que lo pasarais tan bien. ¡A ver si puedo apuntarme en un tiempo a algún sarao de estos! Abrazos y que sigas disfrutando así del mar.

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