POR FIN CARTAGENA DE INDIAS

Estas Pascuas cambiaría la Ruta de la Sal por navegar en el Rebeca, descubriendo Cartagena de Indias y sus archipiélagos de islas, las del Rosario y san Bernardo.

26-3-2011




Cartagena de Indias latitud 10º24’40,68”N / Longitud 75º 32’30, 29” W
GTM 17:04; SP 19:04 ; Co 12:04. Club Náutico de Cartagena 33º

Esperamos al electricista, hemos perdido las conexiones exteriores. Tenemos que instalar el piloto automático nuevo.

Nos han invitado a una paella comunitaria en el pantalán. Hay 3 ó 4 barcos con pabellones españoles, pero el más impresionante es un 32’ viejo, con una pareja y 4 niños pequeños!!

27-03-2011

Zarpamos cerca de las 12h a.m. por suerte el vecino lo hizo minutos antes para hacer un charter, con l oque nos facilitó la maniobra. Ferdy me dejó al timón, José, el marinero, nos recogió las amarras en el pantalán. La dársena no es muy ancha y los muertos son largos, así que tuve especial cuidado, no quería engancharme, ni dejar el pabellón femenino bajo, ante la atenta mirada del marinero y algún que otro vecino.

Salí de popa, ayudándome un poco de la hélice de proa y una vez fuera de la dársena, metí arrancada avante para poner rumbo hacia la gasolinera. Es una bahía muy grande pero con poco fondo, así que está toda balizada y debe seguir fielmente el paso si no quieres encallar. En la gasolinera también me dejó hacer la maniobra, que nuevamente intenté esmerarme para hacerla bien a la primera, ante los amenazantes salientes de madera y hierros oxidados del viejo pantalán, quedando abarloados por Er al muelle.

Todos son de madera pero no siempre todas las tablas tienen la misma media, así que tienes que tener cuidado. La salida estuvo más comprometida, porque el viento nos empujaba hacia él, aunque al final no toqué pero salimos ajustados. El marinero le felicitó a Ferdy por la buena marinera que tenía por mujer, yo no estaba presente, pero él se sintió muy orgulloso y me lo contó. En este país que son súper-machistas, es de agradecer que alaben al género femenino.

Cartagena está llena de rascacielos, me recuerda a Benidorm. También son muchos los fuertes, viejos vestigios desde los cuales, durante la época colonial, los españoles cañoneaban a los piratas que osaban intentar entrar en la bahía.

En cuanto salimos a mar abierto izamos velas, justo al través de otro velero que resultó ser el vecino con sus carteristas. Sacamos el gran Génova y pusimos rumbo a Rosario Island, 210º y con un ángulo de 30º sacábamos 6 nudos a los escasos 11/12 nudos de viento del W. Unas 10 millas de navegación. Llegaríamos para comer, calculamos, así que nos regalamos un buen ángelus con coronita, mejillones y calamares que nos supieron a gloria.

Eran cerca de las 16h p.m. HRB cuando llegamos a Rosario. Ferdy ordenó arriar velas, y hacer a motor y despacito la aproximación. Es una isla rodeada de corales totalmente, pero tenía dos WP marcados en el ploter para entrar. No era la primera vez, no deberíamos tener ningún problema.

Iba al timón, a solo 2,5 nudos, despacito, cuando justo al alcanzar el primer WP tocamos. Me quedé petrificada, como si me hubieran dado a mi misma en el alma. “Dá atrás, rápido! me gritó Ferdy, lo hice y acto seguido le pasé el timón. Despacito, él siguió saliendo marcha atrás. Yo fui cantándole la sonda mientras por intuición, pues no podíamos fiarnos de los WP, buscábamos por donde pasar. Finalmente apareció un lugareño en su pequeña canoa de bambú y nos guió hasta marcarnos el lugar exacto donde deberíamos echar el ancla.

Acabamos la maniobra y le dimos una coca-cola fresquita como agradecimiento. Nos ofreció fruta y pescado, le dijimos que solo fruta y al instante estaba de vuelta con dos papayas y una niña, su hija, nos dijo, la que nos había contado que estaba enferma. La niña simplemente tenía estrabismo en uno de los ojitos. Eran ambos muy morenos, pero sin embargo con el pelo rubio. Rara mezcla.

Justo a Er en la cala, vemos una casa enorme con una gran antena de comunicaciones GPRS, la distingo por las placas verticales como altavoces. Tres enormes lanchas estaban paradas en su pequeño embarcadero, por lo que pensamos que sería un hotelito. Se veían personas por lo balcones, contemplando la preciosa puesta de sol que nos invadía. Sin embargo al ratito, vimos que 2 de las 3 barcazas, zapaban y una de ellas era del ejercito. Se dirigieron hacia los manglares y al rato oímos el motor de un helicóptero y como emergía de entre los manglares uno de estos aparatos para tomar altura hasta desaparecer en el cielo. Quizás fuera una casa particular y habían tenido una visita especial o habían ido a detener a alguien. Por la noche una suave música salía de ella entre tenues luces. A la mañana siguiente ya no quedaba ninguna de las barcazas.

La noche nos hipnotizó y el efecto del yet lag, que no nos había dejado dormir demasiado los dos primeros días. Así que a las 8h p.m. estábamos ya muertos de sueño los dos y decidimos irnos a la cama, mientras las nubes se disolvían y las estrellas empezaban a manchar el cielo. La noche fue tranquila, solo un par de veces asomé la cabeza por la escotilla de nuestro camarote para comprobar que seguíamos en el mismo sitio sin garrear.

28-03-2011
Con las primeras luces del día, a las 06:15h a.m estábamos despiertos, dispuestos a darnos el primer chapuzón de la travesía. El agua ahora si era turquesa, así que nos desprendimos de nuestra ropa interior con la que habíamos dormido y nos tiramos en pellejillo.

Una vuelta nadando al barco, contemplando Ferdy minuciosamente todo el casco y como se lo habían dejado en la reciente puesta apunto en el varadero de Cartagena.

El baldeó la bañera mientras yo me enjabonaba y dedicaba a mi ritual matutino de cremas y lociones varias. Y gentilmente accedió a darme un masajito con la crema para el cuello, Voltarén, mi hombro izquierdo me había dolido mucho toda la noche. Fruto de la paliza del viaje. Lo cierto es que me mima tanto, que me hace sentir una dama, como dice la canción. Mientras seguía tumbada un ratito para que el cuerpo absorbiera la crema, él preparaba el desayuno.

Luego nos dedicamos a tareas varias. Jein, mi profesora de ingles, me preguntó cierto día, a qué dedicaba el tiempo a bordo, y es que siempre hay algo que hacer. Yo fregué y recogí el desayuno y arreglé el camarote y luego me puse a escribir el diario de abordo, mientras, Ferdy, intentaba arreglar la potabilizadora, que no sabíamos por qué extraña razón, había dejado de funcionar. Sin ella, tendríamos que volver a las antiguas prácticas, a navegar a la antigua usanza, sin desaprovechar ni gota de agua dulce, pues además como no lo sabíamos no habíamos llenado en puerto el depósito. No me preocupaba demasiado, pasar toda la semana con el mar como única ducha, y acabar con el sabor saladito en mi piel. Los platos también los lavaríamos con agua de mar, y con la potable cocinaríamos y beberíamos.

El trasiego de canoas con lugareños no cesó en todo el día, siempre me dejaba a mi regatear, y conseguía las cosas por la mitad de lo que me pedían, primero fueron unas langostas, luego un platito con cebiche de calamar y langostitas preparadas que llevaban otros bajo una gran sombrilla. Aunque los dos nos preguntamos dónde pensarían venderlas pues no se divisaba ningún otro barco. Y finalmente fue el turno para la artesanía, un collar de coral rojo, una tortuga de cenicero y un cofrecito para la maría, todo tallado en granito.

Después de las compras, rendido ya Ferdy con la potabilizadora, bajamos el dingui y nos fuimos a bucear, salimos por el canal de Er que había frente al barco, por delante de la gran casa, que al parecer usan la familia del presidente, los fines de semana y eran a quienes se habían llevado, al parecer, el día anterior en helicóptero. Nos informaron los nativos. Hoy las dos lanchas cargaditas de militares nos dijeron que eran guardacostas, que estaban junto a uno de los palos, a modo de marca que balizan la entrada de la cala, buceando. Justo dónde encallamos el día anterior. Nos dijeron que era buen lugar para bucear.

Con el nuevo motor, llegamos en un plis-plas. Ferdy está encantado con su nuevo motor y como planea la dingui con él, yo diría que se le pone la cara de “corrupción en Miami”…jajaja…

Arribamos a un pequeño promontorio o con un cañizo, como un mirador, donde amarramos la dingui y aprovechamos bajo su sombra, para ponernos todo el equipo.

No sabía si me acordaría de todo, pero ocurrió como me dijo Ferdy, en cuanto me tiré al agua lo recordé todo. Nos fuimos paseando por los corales, yo cámara de fotos en mano y el con el arpón en la mano.

A mi me gusta pasear, mirar, fotografiarlo todo, como si en un parque me encontrara, y algunos peces yo diría que posan y todo para que les saque su mejor lado, pero en cuanto ven acercarse a Ferdy, salen escopetaos y se escabullen bajo los corales. No sé cuántas veces disparó sin éxito. Al final, más por amor propio que por otra cosa, nos llevamos un loro azul y otro algo menor, para hacer caldo para una paella, que pretendía hacer con las langostas que previamente yo había comprado a un nativo de los que se aproximaron al Rebeca. Déjalo ya cariño, que yo fui al mercado antes de venir, le decía yo de mofa, solo por ver su cara de indignación y decepción.

Por la tarde nos fuimos de nuevo con la dingui, a la laguna de la juventud, donde nos dimos sin dudarlo, un buen chapuzón, pues dicen que quien se sumerge en ella no envejecerá nunca. A continuación hicimos una parada para saludar al otro velero fondeado, que resultó ser la parejita, vecina del club náutico, con sus carteristas. Esta vez llevé yo la dingui, la verdad es que ahora es una gozada, lo blandita que está incluso para arrancar, lo único malo es lo que pesa el condenado del motor para subirlo al barco.

Al regresar al Rebeca, era justo la puesta de sol, así que preparé dos gin Tónics para verla en la hamaquita que habíamos montado bajo la botavara. Estábamos tan agustito que cuando anocheció, seguíamos allí, y allí cenamos y seguimos hasta la media noche. Un par de velas, dentro de un recipiente de cristal, le daban el toque final chill-out que tanto me gusta, y sin hacer mucho esfuerzo, imaginabas que estabas en una autentica haima.

Preparamos una piña colada con roncito y unas langostitas con ajito y perejil para chuparse los dedos, todo ello con la correspondiente música chill-out de Café del Mar de Ibiza y acompasados por el vaivén de la hamaca, al ritmo suave del mar, como si el propio Rebeca nos meciera, nos hizo recordar los tiempos en los que parecía que se revolvía cada vez que se antojaba una escena de relax a bordo. Ferdy me aseguró muy seriamente que él está seguro que tiene alma, y que estaba celosa pero ahora ya se había rendido, sabía que tenía la partida perdida!...jajaja…

29-03-2011

Eran poco más de las 8h a.m. cuando levamos ancla, tras nuestro ritual chapuzón matinero. Posición, 75º44’98W /10º10’42N, para apuntar a pasar entre los dos palos, rojo y verde, que nos dijo el lugareño que nos ayudó a entrar. Ferdy al timón con la velocidad mínima, entre 1 y 2 nudos, y yo con la vista entre proa y la sonda, que no bajo de 4,5 metros. Aún así no respiramos hasta que nos vimos completamente fuera.

Según el ploter íbamos sobre tierra. Así que marcamos la nueva enfilación como la válida, pues aun la habíamos hecho con la bajamar y nos había dado profundidad de sobra.

Una ligera bruma y muy poco viento, justo en el morro, nos recibía, así que no nos quedó más remedio que poner overdrive, 2000 r.p.m. y rumbo a san Bernardo Rv191º a una velocidad de 7/8 nudos, navegaríamos 22 millas. Hasta que a la hora, empezó a subir hasta 14 nudos, por lo que propuse izar velas, pero cuando paramos motor, todo era aparente, nos quedamos con menos de 6 nudos, por lo que izamos Mayor y volvimos a arriar, porque no andábamos. Tuve que resignarme a hacer toda la travesía a motor. Arribamos justo a la hora del ángelus, otro velero estaba fondeado, nosotros lo hicimos más adelante, más próximos al islote, donde se encuentran casas hacinada, echas de uralita, maderas y objetos o materiales varios, dicen que es el trozo de tierra con más densidad de población del planeta . No medirá más de 1 km de N a S y de 500 de E a W y hay más de mil personas viviendo.

El agua turquesa invitaba a un baño, primero lo hizo Ferdy para ir a ver el ancla, me fui a proa y en cuanto me hizo la señal de todo ok, paré motor, cogí mis gafas y mis aletas y me tiré con él al agua. Fuimos nadando hasta la orilla, después de inspeccionar y enseñarme los daños del embarrancamiento en Rosario. La orza solo estaba arañada, pero la pala tenía un roto en la fibra, seguramente al dar atrás, pues el rebeca está apopado, por el lastre de los cofres de bañera. Lo peor es que por ahí le entraba agua y puede ser peligroso, así que irremediablemente tendremos que volver a sacarlo.

Al ir nadando hasta la orilla nos encontramos con 3 estrellas de mar. Las cogimos para hacerles fotos y nos quedamos asombrados como al dejarlas en el espejo de popa, empezaron a desplazarse lentamente pero en la dirección correcta al agua. Cómo podían saberlo, aparentemente no tienen ojos, solo unos pequeños tentáculos como los caracoles, debajo de sus patitas. Una vez más caímos rendidos a la sabiduría de la naturaleza., mientras las veíamos desaparecer de nuevo en el fondo del mar bajo el Rebeca.

Cogimos el dingui y nos fuimos a dar una vuelta, ahora con el motor de 15 CV puedes hacer buenas inspecciones a cualquier isla que arribemos, en poco tiempo le hemos dado la vuelta. Y nos dirigimos hacia el islote, ese pequeño montículo de tierra abarrotado de casas. Con lo grande que es la isla de al lado por qué extraña razón tendrán que vivir todos allí hacinados?. Pasamos de largo y seguimos hasta otra islita que se veía en frente y donde hay un pequeño chiringuito donde nos ofrecieron unas cervecitas y nuevamente, un sinfín de collares de corales.

De vuelta, nuevamente contemplamos la puesta de sol en la hamaca de proa y nos dejamos mecer por el mar hasta la hora de cenar. ¿Que mejor manera de acaban con un precioso día?.

30-3-11

Hoy madrugamos, como todos los días, nadamos alrededor del barco y nos aseamos en popa. Baldeamos a cubazos y cuando acabamos con nuestras tareas diarias, nos fuimos en la dingui a bucear. La novedad de hoy, sería probar el motor que nos regalaron en la boda. Una especie de turbina con la que puedes sumergirte rápidamente o emerger igualmente rápido, según la dirección que le marques. Nos fuimos lejos, a la barreara de coral que está junto al árbol que está en medio del agua solitario. El paseo fue muy agradable, divisé dos pequeñas langostas, a las que rápidamente Ferdy invitó a pasar al saco. Más tarde nos servirían de comida, con ajito y perejil, para acompañar al pulpo que habíamos comprado en Rosario.

Por la tarde, dando el paseo por el otro lado de la isla, descubrimos un restaurante que resulto además ser una posada. Una pareja ya mayor lo regentaba. Nos invitaron a bajar, nos hicieron un tinto (como llaman allí al café) y nos enseñaron su humilde posada, de la que se encontraban muy orgullosos. Llevaban 25 años allí, aunque como todos, se quejaban de que las tierras no eran de ellos, que el gobierno se resistía a darles la propiedad.

A la vuelta, paramos en el islote, para recorrer sus calles. Primero de una manera discreta sin querer inmiscuirnos demasiado, me sentía invasora de ese mundo tan particular. Pero rápidamente un joven lugareño se ofreció a hacernos de guía, y nos dio una vuelta completa por todas sus callejuelas, si podían llamarse así. Los niños salían de todas partes, y nos pedían a gritos que les hiciéramos fotos, sobretodo las niñas. Con sus melenas bien peinadas, estirados sus cabellos en coletas, todas estaban preciosas. Los pinchos que me llevé de MoviStar desaparecieron en un visto y no visto. Nuestro guía nos explicó que por ejemplo solo tienen luz dos horas al día, de 19:30 a 21:30h, que es de un generador y que para disfrutar de ella, cada familia debía pagar 3000 pesos al día, poco más de 1 euro. Que habían llegado a ser más de 2000 personas. Todos eran de temprana edad, abundaban los niños. Y lo más sorprendente, fue su respuesta a mi pregunta de por qué no se iban a la isla de al lado que era más grande, “porque hemos nacido aquí, este es nuestro sitio”.

31-3-11

Al levantarme estaba hinchadísima, el sol me había dado en el último paseo a la caída del sol, aunque parezca que ya no quema, no puedes relajarte, es increíble. Una gran insolación, brazos, manos, la cara, los pies, todo hinchadísimo.

Después del baño matutino, arranchamos y levamos ancla, rumbo de nuevo a Rosario, iniciando ya el retorno. Toda la travesía fue a motor, nada de viento, así que la dediqué a leer y a dormir, la medicación que tomé para la insolación me dejó grogui, aunque también hubo algún que otro ratito en el que me dediqué a molestar al capi, que guardaba vigilante en su banco de popa, hasta que avistamos tierra.

Esta vez intentaríamos hacer uso de la enfilación que teníamos con el último WP tomado a la salida, y efectivamente no tocamos, pero cuando nos tiramos al agua vimos que a penas quedaba un palmo de nuevo, de la pala a un coral. Toda la zona estaba plagada de corales, era como una ratonera de ensayo. Además estábamos en la bajamar, y también ello influía.

Aprovechamos y nos dimos un paseo por alrededor, peces de colores, calamares, etc, sin ir más lejos.

Después de comer bajamos a dar un paseo al poblado que está en la zona central de la isla. De nuevo un joven lugareño se ofreció a hacernos, rápidamente, de guía. Saben que ello le valdrá una suculenta propina. En este caso, la isla es bastante más grande, tendrá unos 3 o 4 km y viven solo unas 1000 personas.Hay mucha vegetación, árboles llenitos de papayas, y también vimos alguna que otra iguana camuflada.

Unos chavales jugaban a futbol americano, y luego una avalancha de menores todos uniformados, nos abordó en uno de los caminos, a su salida de clase. En la puerta de una vivienda, una jovencísima mama, sostenía en brazos a una recienacida bajo la mirada tierna de la que sería seguro la abuela de la criatura, pero no llevaba muchos años a la otra. También nos contó que tenían un doctor en el poblado, que cada semana iba uno distinto, de lunes a viernes, aunque casi nunca había nadie enfermo, eran muy fuertes, nos contó orgulloso.

01-4-2011

Hoy aprovecharemos para visitar el Oceanario que nos han dicho que hay en otra pequeña islita. Llama la atención en todas estas islas, las casas flotantes. Como chalets, muy bien preparados, flotando encima del agua, en zonas donde aparentemente son aguas profundas, pero que al aproximarte, efectivamente compruebas que hay poca profundidad por los corales, pero en medio del mar están al fin y al cabo.

Tuvimos que esperar más de una hora, que llegaran dos embarcaciones con turistas, para que abrieran sus puertas, pues no era rentable si no. Así que de nuevo, me dediqué a regatear para conseguir collares de coral que mas tarde repartiría de vuelta a casa, entre la familia.

Valió la pena la espera, especies autóctonas de todo tipo, sábalos, barracudas, tiburones gatros, atunes, tremendas tortugas, un tiburón sierra, mantas tremendas, un par de delfines. Las instalaciones muy bien cuidadas, y con una muy buena explicación.

A la vuelta, atamos el dingui en uno de los pilares de la enfilación, dónde embarrancamos el primer día, para bucear un rato y ciertamente era un lugar precioso, lleno de grandes corales, en forma de grandes matorrales, aunque por algunos sitios, demasiada profundidad para ir a pulmón, 4 ó 5 metros, por lo menos para estos pulmones de ciudad. A mi me encanta fotografiarlos nada más, y ahora con los pesos he empezado a atreverme a bajar hasta el fondo. Ferdy dice que tengo estilo, pero lo cierto es que yo todavía no me siento muy segura, tengo que controlar más mi capacidad pulmonar y calcular bien el tiempo.

Cuando volvimos a la dingui, después de hora y media de buceo, ya agotados, nos dimos un paseo con ésta buscando la ciénaga que nos habían dicho era más protegida si se daba un role y entraba viento del Sur, pero no tuvimos claro que fuera la que encontramos.

Ya teníamos que regresar a Cartagena, así que decidimos hacerlo antes de comer, para intentar ver bien el fondo de esta cala, llamada “Cañón del ratón”. Pero justo en ese momento, llegó uno de los lugareños, con los que habíamos hecho amistad, y nos guió para salir entre el estrecho paso entre la isla grande y la presidencial, de esa manera nos ahorraríamos cerca de dos horas.

Empecé llevando yo el timón, pero en cuánto vi. bajar la sonda se lo pasé a él. Seguimos escrupulosamente al lugareño y nunca bajó de 3,5m la sonda. Y realmente fue impresionante pasar con el gran Rebeca por tan estrecho paso.

Cuando ya estuvimos libres, izamos velas, teníamos 15 nudos, por fin podríamos navegar a vela!! En un descuartelar, rumbo directo 40º a Cartagena. Sacamos la gran Génova, la trimamos adecuadamente, igual que la Mayor y sin esfuerzo el Rebeca navegaba a 6,5 y 7,5 nudos. Una plácida travesía que ninguno quiso perderse ni para hacer la comida. Así que aguantamos hasta llegar a la bahía, ya comeríamos.Las 8 millas de ésta, hasta el club náutico, nos darían espacio de sobra para comer tranquilamente, mientras ya con el motor y el piloto, seguíamos la señalización del canal religiosamente.

El marinero nos esperaba impoluto en el pantalán. El viento había subido a 22 nudos, así que prefirió hacer el atraque Ferdy, pues el vecino ya había regresado y el espacio era muy reducido. Gracias a la hélice de proa y a la gran maestría de él, lo metió milimetradamente, con decisión y arrancada para evitar el abatimiento.

Una vez arranchado, nos pegamos una duchita y de niños guapos nos fuimos a la antigua ciudad amurallada a cenar y tomar una copita en la agradable terraza del famoso Café del Mar.

2-4-11

Un paseo de nuevo por la ciudad amurallada para tomar fotografías de sus lindas y coloridad casas, con enormes balconadas repletas de macetas de geranios. Muchos turistas, pertenecientes a dos vacaciones en el mar invadían sus calles. Vendedores de collares por doquier y señoras vestidas con el traje típico regional y cargando en sus cabezas grandes fuentes de fruta, “palanqueras” las llaman. Todo estaba repleto de colorido y vida. Pero mucho calor, muchísimo calor, sobretodo mucha humedad.

Pretendíamos dar un paseo en calesa, pero no encontramos ninguna, en el próximo viaje será, pensamos. Volvimos en taxi, por solo 5000 pesos, 2 euros, y nos evitamos la caminata bajo el sol deshidratador.

Al llegar al barco me dediqué a preparar la maleta, mientras Ferdy preparaba una paella con las últimas langostas que compramos a un pescador antes de zarpar en Rosario. Invitamos a José, el marinero, que muy agradecidamente aceptó. Salió buenísima una vez más, ya es un gran experto. Y por casualidad, rescatamos del fondo del congelador, un riojita blanco, fresquísimo, que nos la regó.

Con ello poníamos punto y final a esta travesía que bien podía pasar por una segunda Honey-moon, por aquello que hacía exactamente 6 meses de la boda. Ambos éramos conscientes que cuando volviéramos en 20 días, en Semana Santa, con amigos y niño, todo sería distinto, pero ahí quedaba lo vivido y lo sentido, que no era poco!

Comentarios

la super mami ha dicho que…
como me arrepiento de no haber ido bueno corrijo no me arrepiento de nada lo hecho echo esta, ahora no era el momento y me esperan otras cosas que tengo que hacer primero. si lees esto mandame algun mens a mi correo que yo he perdido la direccion de iridiun
un beso enorme pasarlo mejor que bien

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