ACTITUD

Todo viaje supone una experiencia, toda experiencia te aporta un aprendizaje. En este viaje la experiencia vivida nos ha llevado al aprendizaje de que es necesaria una buena "actitud" si quieres superar los contratiempos y a pesar de ellos, seguir disfrutando de tu viaje. Una buena actitud, una actitud positiva, te permitirá cambiar los planes cuando la desíria humana incumple con los compromisos, cuando la meteorología se torna en contra y hasta cuando la temida dama negra de la muerte hace presencia.

Todo ello tuvimos que superar en éstas, tan anheladas vacaciones, planeadas y calculadas meses atrás, cuando llegamos y no tuvimos nuestro barco preparado para navegar, cuando la meteorología se tornó en contra para navegar a nuestro destino elegido y hasta cuando nos llegaron las peores noticias que te pueden llegar, como es la pérdida de un ser querido.

Todo ello a priori te quiere derrumbar, deprimir e incluso derrotar. Es necesaria una gran dosis de actitud positiva para cambiar el chip, buscar rápidamente alternativas y además pasarlo bien y disfrutar.

Habíamos planeado trasladar el Rebeca a Miami, para cargarlo en Palm Beach en un mercante que lo llevara de vuelta a España. Para ello, debían de haber terminado de pintarlo en el varadero de la Marina Villa Vera en isla Mujeres, como había dejado encargado Fernando solo un par de semanas antes, cuando había estado exclusivamente para encargarse de toda su puesta a punto, mecánica, electrónica y de pintura. Sin embargo cuando llegamos después de 24h de vuelos, nos encontramos con la desagradable sorpresa de que seguía allí fuera en el varadero.

De noche y sin conseguir una habitación disponible en la marina, tuvimos que buscar un andamio y trepar por él para poder dormir. No era fácil ni cómodo, no disponíamos de agua ni podíamos usar el baño, ¡algo imprescindible para mi en cuanto abro los ojos!, así que a la mañana siguiente mi humor no era el más bueno, además era domingo y no podíamos hacer nada ni hablar con los operarios del varadero, así que nos dirigimos a la piscina del hotel de la marina y allí, mientras desayunábamos, empezamos a pensar en alternativas, ya que por mucho que consiguiéramos presionarlos, iban a necesitar varios días para terminarlo. La opción que a priori se nos antojaba más lógica, era alternar el orden del viaje y la idea inicial de dedicar los últimos días a turismo e ir a Orlando a visitar los parques de atracciones lo haríamos ahora, a pesar de que nos supondría un sobre coste de aviones y hotel no previstos, pero... "el dinero está para estas ocasiones", apuntó Fernando, así que en unos minutos y gracias a la habilidad de Ruben y su iPad, teníamos vuelos, hotel, entradas y coche de alquiler para pasar del miércoles al domingo. No obstante al día siguiente cuando llegaron los operarios del varadero, me encargué personalmente de hacer de poli malo y dejarles bien claro que necesitábamos tener el barco terminado a nuestra vuelta para poder zarpar sin más demora.
Los días en Universal y en Cabo Cañaveral visitando el "Kenedy Space Center" transcurrieron rápidos,
tanto por lo entretenido como por la impaciencia que teníamos todos de poder zarpar y navegar hacia los Cayos de Florida y Miami. Sin embargo, tampoco en esta ocasión, nuestra esperanza se vió recompensada, pues a nuestra vuelta a la marina, vimos que el Rebeca seguía exactamente en el mismo lugar del varadero y...¡exactamente igual que lo habíamos dejado hacia una semana!, era desesperante, juro que sí no hubiera sido nuevamente de noche y domingo y por supuesto no encontrarse ningún operario allí, aquella noche hubiera enganchado el cuello de alguno. Menos mal que por lo menos en el hotel de la Marina pudieron darnos habitación en esta ocasión, porque además ahora era totalmente impracticable el acceso al barco, porque lo tenían tapado con papeles y plásticos, preparado para esa pintura para la que al parecer nunca llegaba ese "ahorita mismo".

Al día siguiente la excusa fue el fuerte viento que no les había dejado hacerlo y nuevamente, se
comprometieron a tenerlo para finales de semana. Eso suponía pasarla en el hotel de la marina y aunque tengo que reconocer que era inmejorable, con una preciosa y enorme piscina y una habitación espaciosa y cómoda, no es mi idea de unas vacaciones. Aunque soy consciente de que serían las ideales para la mayoría de los mortales, estar todo el día en la piscina, nadando, leyendo, ahora una cervecita, después unos nachos, luego un paseo por el pueblo, etc, es algo por lo que yo nunca pelearía con mi jefe para que me diera vacaciones, como había tenido que hacer para estar allí. Además con los días a los que se reduciría al final la navegación, sería imposible hacer la travesía prevista, tanto por número de millas, unas 700, como por la m

eteorología prevista para esos días de viento de N/NE de F6 a F7, es decir totalmente en contra. Así que una vez más tocaba echar mano de la "actitud" positiva y planificar una nueva singladura para poder por lo menos disfrutar del mar y la navegación a vela esa semana que nos quedaba .

El día que botaron por fin al Rebeca y nuevamente lo vimos a flote fue un día extraño. Me había despertado con la penosa noticia de la pérdida de un familiar muy querido y la imposibilidad de poder asistir con mi familia a su despedida, mantuvo todo el día mis ojos llorosos, a veces de pena, a veces de alegría por la botadura del barco, aunque ésta bastante mermada por la primera noticia.

Zarpamos al día siguiente, al alba, estábamos impacientes y emocionados de por fin hacernos al mar
. Amanecía y ya el sol iniciaba su ascenso cuando decíamos adiós a la Bahía de isla Mujeres a las 6:00 a.m hora local, 7h menos que en España y 5h menos de la UTC. Teníamos 15 nudos de viento al pasar por el "Bajo Pepito", eran unas 12 millas de poca profundidad entre la isla y Cancún, por ello el capitán decidió no sacar

velas hasta salir de allí y poner rumbo a nuestro primer WP; Isla Cozumel. Fue a las 7:30 HRB cuando al través de la Punta Cancún izamos velas, primero la Mayor y luego el Génova, trimándolas entre un descuartelar a un través que nos permitía una velocidad de más de 6 nudos que, a rumbo 190º, nos permitirían hacer las 30 millas hasta Cozumel.

Eran las 10 a.m cuando apareció una gran manada de delfines, citándonos en la proa para seguir sus saltos e invitándonos a fotografiarlos una y otra vez.

Arribamos a la Bahía Norte a las 13:30 a.m, aguas turquesas nos recibieron y una larga playa blanca que perfilaba el horizonte. Ni rastro de civilización, como nos gusta a nosotros, pero lamentablemente no nos daba resguardo del viento de N/NE que teníamos, además el avistamiento de los restos de u
n buque en una de sus puntas, diluyó todas nuestras dudas, así que seguimos bordeando la
costa W a sotavento, hasta llegar a Bahía Caleta, donde después de separarnos todo lo posible de los grandes cruceros que allí nos encontramos, fondeamos en una pequeña zona verde entre dos hoteles y pasamos lo que quedaba del día. Ya que pasaríamos allí un día a la vuelta, no bajamos ni la auxiliar para bucear y al día siguiente, de nuevo al alba, volvíamos a levantar el fondeo rumbo 206º a Bahía Ascensión, pero a motor, sólo con la Mayor para estabilizar, porque sólo teníamos 3 nudos de viento y 50 millas por delante. Sobre las 13:30a.m el plotter nos marca que estamos solo a 2 millas de nuestro WP, sin embargo la tierra fina del horizonte se nos antoja mucho más lejos. De hecho el veríl de subida de fondo a solo 30m tardamos media milla respecto a las cartas en alcanzarlo. Después la sonda baja vertiginosamente hasta 3, 2 e incluso menos de 1 m en ocasiones. Tenemos que ir muy despacio, casi parados, el peque y yo en proa haciendo de vigías, ¡menos mal que el sol lo tenemos bien alto!. Aunque parece que todo es arena por el color claro turquesa totalmente constante. Por ello también el capi apura más, hasta menos de 1 m para meternos y así estar más protegidos para pasar la noche, no obstante no es muy agradable, pues aunque tenemos resguardo del mar, no tenemos del viento y por la noche sube. Tardamos una hora en recorrer poco más de 2 millas, finalmente lo hacemos en 19º 43' 94" N 87º 29' 55".

Empezamos a acostumbrarnos a salir alternativamente para vigilar durante la noche. Vemos la primera puesta de sol de estas vacaciones, una vez más me fascina y la acompañamos con un Gin Tonic salinizado, esperando poder ver el famoso rayo verde algún día.

Quizás también por el sueño o duermevela que hacemos, nos facilite levantarnos todos los días en cuanto despunta la claridad del día. Son sólo las 5:30 a.m cuando dejamos en nuestra estela nuestro fondeo, aunque más rápidos que hicimos la entrada, ya que hoy tenemos 20 nudos y nos abate y en cualquier caso, como ya tenemos la estela del día anterior, solo hay que seguirla. Pero a las 7:15 HRB todavía estamos al través de Bahía del Espíritu Santo. Hay mucho mar, grandes olas que nos zarandean y 21 nudos de viento S/SE, proa total de nuevo. Va a ser verdad al final que siempre tiene que venir de donde tú quieres ir. Así qué nuevamente a motor, tenemos que hacer 60 millas hasta alcanzar Cayo Chinchorro y necesitamos hacerlo con el sol arriba porque es una zona coralina.


Arribamos a las 16:00 a.m, las cartas no coinciden en absoluto, ni por posición ni por la ubicación de alguna de las zonas de tierra. Frente a un pequeño faro echamos finalmente el hierro, no sin antes haber salteado un sin fin de corales, como si de un campo de minas se tratara. Finalmente quedábamos fondeados con 1'7m bajo la quilla nada más. Rápidamente arranchamos un poco, sacamos nuestros trajes de buceo y nuestro aparejo, bajamos la dingui y nos fuimos a bucear a una de las manchas de coral que habíamos esquivado unos minutos antes.

Lo primero que vi al sumergirme fue una manta raya luciendo elegantemente su capa y un pequeño tiburón gata. Era ya la caída de la tarde y estaríamos los dos próximos días allí, así que nos retiramos pronto al barco, donde montamos las hamacas bajo el toldo y nos dedicamos, Gin Tónic en mano, a contemplar la impresionante puesta de sol o sunset.

Sabíamos que era reserva natural y que estaba habitada por un destacamento militar y biólogos, pero no supimos que estaba prohibido echar el ancla, hasta que al emerger de nuestra primera inmersión de buceo matutina, vimos una lancha merodeando nuestro barco. Cautelarmente tapamos los 3 pescados que iban ya en nuestra cesta de la compra, pero para nuestra sorpresa no les preocupaba lo más mínimo que estuviéramos haciendo o que lleváramos a bordo, únicamente querían que levantáramos el ancla y nos cambiáramos a una boya frente al faro. Al ser una zona llena de corales no querían arriesgarse a que garreáramos y destrozáramos alguno, pero no parecía preocuparles tanto que tocáramos durante el traslado, ya que tuvimos que insistirles en que nos indicarán el camino puesto que era muy peligroso desplazar el barco por allí, pero ante nuestra insistencia solo conseguimos que hicieran un par de círculos alrededor de la boya indicada para que la fijáramos mentalmente.

Así lo hicimos, con mucha precaución y mirando bien en proa, hasta arribar a la susodicha boya. La maniobra de acercamiento fue buena y hasta la puntería para trincarla, pero desafortunadamente llevábamos demasiada arrancada y la boya fue muy atrás metiéndose bajo el barco y enganchando la amarra de la boya a la quilla. Menos mal que dando un poco atrás nos liberamos sin soltarla y ya la hicimos firme en las cornamusas de proa. Realmente ahora estábamos más próximos a tierra y a la barrera de barlovento y parecía divisarse a nuestra popa una salida clara que confirmaríamos al día siguiente con la dingui.

El capi tenía tantas ganas de hacer una paella que a pesar de no haber pescado ninguna langosta nos hizo un arroz buenísimo con un merito, un pargo y un colorado. Comimos prontito para poder ir a hacer otra inmersión antes de la caída del sol, ya sin fusiles, sólo a pasear, como a mi me gusta. Decididamente tengo que buscar una carcasa para mi cámara y poder sumergirla conmigo y hacer buenas fotos.

Por la noche sesión de cine, algunos con más fortuna que otros, aguantábamos y hacíamos sesión contínua como antiguamente y veíamos dos películas. Como anochece tan pronto, sobre las 18 h, todos los días nos acostábamos también pronto porque en cuanto amanece y sale el sol ya estás en pie para aprovechar el día.

Al día siguiente antes de ir a bucear, fuimos a tierra. Desembarcamos en un pequeño muelle de madera totalmente inclinado, aunque no supimos si por el viento, una fuerte tormenta o deslizamiento de la arena, ya que no encontramos a nadie en tierra. Seguimos un pequeño sendero, bordeado de piedras blancas, igual que habían pintado el primer metro de las palmeras más cercanas. Un campo de fútbol, donde debían los soldados de guardia mantenerse en forma. Un gran generador y una pequeña casita, pero ni un alma alrededor. Supusimos que estarían fuera con la lancha y nos marchamos. Lo cierto es que sólo pretendíamos saludar y preguntarles por el mejor lugar para salir de la coralina bahía.

En vista del éxito, cogimos de nuevo la auxiliar y nos fuimos a bucear. Hoy hubo más éxito, quizás porque
fuimos a una zona más profunda y pillamos dos langostas. Pero como habíamos quedado con Rebeca y su novio el jueves en Cozumel, preferimos guardarlas para agasajarlos con una fideuá.

Después de la inmersión de la tarde nos dispusimos a arranchar el barco para salir al día siguiente al alba. Recoger toldos, subir la dingui....para ello le quitamos el depósito de gasolina y nos disponíamos a subir ya el motor cuando de repente Ruben se dió cuenta que se había soltado del cabo y el viento y la corriente se la llevaban. Rápidamente el capi se puso las aletas y se echó a nadar a por ella, pero cuando finalmente la alcanzó y se subió a ella, como habíamos quitado el depósito de gasolina del motor, no pudo llegar hasta el barco con el poquito caldo que le quedaba dentro. Así que intentó ponerse a remar pero es tan ancha que no podía por las dos bandas a la vez. Se sentó en la proa solo con un remo, pero el viento ya soplaba de F5 y la corriente era por lo menos de 2 nudos, así que no conseguía avanzar. Desde el barco apreciamos claramente las dificultades que tenía y que no sería capaz de llegar por sí solo, así que en primera instancia se me ocurrió tirarme con un cabo atado en mi cintura y que Rubén fuera empalmando con todos los que teníamos, para que una vez le alcanzara, tirara de nosotros dos. Pero pronto me di cuenta que él se alejaba más rápido que yo avanzaba y que todos los cabos con los que contábamos a bordo no eran suficientes, así que volví de nuevo a bordo, Rubén ya tenía el motor en marcha, sólo quedaba soltar el fondeo e ir con el barco a por él, aunque nos arriesgáramos a chocar con algún coral, ya que la luz era escasa y pronto se haría de noche. Pero de repente, al mirar hacia proa, vi que la lancha del destacamento militar acababa de llegar al muelle, encendí rápidamente la radio y les pedí ayuda. Uf! Fueron nuestra salvación, en unos minutos ya estaba la dingui y Fernando de nuevo a bordo y nuestros corazones volvían a latir con normalidad. Es increíble como un pequeño descuido puede complicarte la vida en unos minutos. Y es que en el mar siempre es así, nunca puedes bajar la guardia.

Aquella noche siguió subiendo el viento, por lo que antes de acostarnos pusimos una segunda amarra a la boya, para lo que también tuvimos que hacer una importante maniobra, tanto ellos en proa como yo al timón, pero finalmente lo conseguimos.

Como habíamos previsto, en cuanto vimos el sol fuera, pues necesitábamos su ayuda para salir, zarpamos. Según lo que habíamos visto en el reconocimiento con la dingui el día anterior, siguiendo la enfilación con el faro, debíamos salir sin problemas y así fue, no sin hacer algún zig zag ya que don Lorenzo se empeñó en esconderse entre nubes justo en los peores momentos.

Toda la travesía la hicimos con el Génova, con dos rizos al principio porque nos soplaban de 25 a 32 nudos y luego entero cuando cayó el viento al final del día. Teníamos bastante mar de fondo y además de través, por lo que nos zarandeaba como a una caponata. De hecho una gran ola de unos 5m, nos abordó de proa a popa, invadiéndonos por completo de agua por un momento, nunca había visto nada igual, ni cruzando el Atlántico, pensé. Aún así llegamos a hacer puntas de 10 nudos, tampoco nunca había visto tan veloz al Rebeca, supusimos que también tendríamos corriente a nuestro favor. Fue fabuloso, porque llegamos en unas 10h y aún nos dió tiempo de arreglarnos y bajar a cenar a uno de los hoteles que se divisaban en la orilla.

Sin embargo al despertar, nos dimos cuenta que estábamos en medio de lo que parecía una ruta de navegación, por la cantidad de lanchas que pasaban próximas, hasta que una se detuvo y empezó a vociferarnos que no podíamos estar ahí fondeados porque era reserva marina. Y debió de llamar a las autoridades, porque al momento teníamos una lancha de los guardas del parque advirtiéndonos de lo mismo y pidiéndonos que nos fuéramos de allí, más hacia el Norte, hacia la ciudad, donde estaban los muelles con los grandes cruceros de vacaciones en el mar, como les llamamos nosotros. Alegamos que teníamos un problema con el generador (que además era cierto) para intentar ganar tiempo, porque habíamos quedado allí en recoger a nuestros invitados. Pero mientras Fernando iba a recogerlos vino otra lancha, ahora mayor, de la marina, me pidieron abarloarse al barco y uno de ellos saltó a bordo, mientras otro se lanzaba a bucear para inspeccionar si habíamos dañado algo del coral. Volvímos a alegar que, además del desconocimiento de que aquello fuera una reserva natural y no se pudiera fondear, habíamos llegado de noche y con una avería y que si ahora nos teníamos que ir lo haríamos. Fuimos todo lo amables posible para evitar que se liara más el tema y nos pusieran una multa, como insinuaron en varias ocasiones o pasáramos el resto del día con líos y papeleos. Finalmente fueron beneplácitos y nos dejaron marchar sin más. Eso sí, con el compromiso de llamar a capitanía para que ellos fueran quienes nos asignaran el lugar exacto donde fondear y por supuesto, fue frente a su edificio a pie de la ciudad. En fin, pasamos el día lo mejor que pudimos, hicimos la fideuá, buceamos incluso un ratito por la tarde, porque justo al lado de nuestro fondeo observamos que iban muchas lanchas a bucear y al final era porque había un pequeño pecio.

A la caída del sol acercamos a tierra a los chicos para que cogieran el Ferry y nosotros arranchamos para

zarpar al día siguiente. Pero la noche no fue tranquila, sopló bastante y roló al W por lo que la isla ya no nos daba resguardo. No pude pegar ojo porque no estaba tranquila, me preocupaba que garreáramos y teníamos la costa muy cerca, así que con las primeras luces del día, soltamos el fondeo e iniciamos la que sería ya la última travesía de esta singladura, rumbo a isla mujeres, donde nuevamente dejaríamos el barco antes de iniciar el retorno a España.

No había mucho mar, -al soplar justo de la dirección contraria el mar se ha peinado-, dijo varias veces el capi, pero lo cierto es que el viento era de unos 25nudos y nuevamente en contra, así que a palo seco y motor toda la travesía, ¡lo que menos gusta a mi gusanillo! Nublado todo el día y con lluvia intermitente. Lo único bueno es que parecía que teníamos corriente a favor, por lo que a pesar de todo, íbamos a casi 8 nudos todo el tiempo. Preveímos llegar para la hora de comer y así fue.

Un radiante sol por fin nos recibe en la bahía de Isla Mujeres, pero también un fuerte viento, F5, que hizo más que dificultosa la maniobra, que fue infructuosa en primera instancia en la marina Tortuga por falta de calado y costó varios intentos y una gran destreza del capitán para atracarlo finalmente en la marina El Milagro, donde estuvimos ya el verano pasado.

Y así finalizo la navegación, ahora se iniciaría otra singladura por aeropuertos para retornar a casa........



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