PISA Y ALGO MAS....

Primer viaje turístico solateras. Quería empezar a disfrutar de las condiciones ventajosas como madre de un piloto y además amortizar algo de la inversión realizada en su carrera. ¡Era un buen momento para conocer Europa, la que siempre había dejado para cuando fuera mayor!, jajaja. Pero si he colgado las velas oceánicas para volver a casa y convivir con él y él está de viaje…¡pues aprovecho y me voy yo también!. El problema es que no siempre hay alguien dispuesto a acompañarme, por tiempo, por economía o por familia. Así que me dije; ¡deja de ponerte excusas y arráncate! He viajado antes sola por trabajo o por navegaciones o por viajes de placer, pero al final siempre me esperaba una reunión con colegas o con clientes, una tripulación o unos compañeros de retiro. Esta vez del principio al fin estaría sola, salvo quien me cruce en el camino. Como poco, hablaré con el servicio del hotel, camareros, etcétera ja ja ja. Nunca puedes evitar los nervios del viaje o por lo menos a mí aún me entran unas pocas mariposas en el estómago, pues nunca puedes tenerlo todo bajo control y menos cuando se trata de tu primer viaje como “staff stand bye”, como rezaba mi billete. Significa que no tienes asiento asignado y que tienes que esperar a que embarque todo el avión si este está lleno y así fue. Aunque pregunté previamente, me dijeron que tenía que esperar al final y menos mal que 7 pasajeros no se presentaron y pude embarcar. ¡Salvada por la campana!. En un par de horas
estábamos aterrizando en Pisa. Lloviznaba. El aeropuerto era chiquitín. Rápidamente vi la ventanilla para comprar los tickets del tren, pero cuando le pregunté si la estación central estaba muy lejos de la zona de la Torre, me dijo que sí, que 20’ minutos andando y qué mejor cogiera un taxi. Así que el buen hombre me devolvió mi dinero y me recomendó que me dirigiera a la parada de taxis directamente. Que honrado pensé. Y todo ello en inglés. Qué bien me entiendo cuando no son ingleses, ja ja ja En unos 10 minutos estábamos en la puerta del hotel €20 me costó la carrera 15 marcaba el taxímetro pero supongo que tiene un recargo como pasa en España por estar en el aeropuerto. El hotel estaba en obras toda la fachada. Totalmente decepcionante a lo que había visto en las fotos. Parece más un hostal que un hotel de 3 estrellas. La habitación era pequeña con una sola cama de 90 cm, pero estoy enfrente de la plaza de la torre. Desde mi ventana diviso todo el complejo de edificios que visitaré mañana. Primera prueba superada, a dormir. El día amaneció gris y lloviznando. Como el desayuno era solo hasta las 9:30 h me apresuré con mis rutinas matineras y antes de las 10:30 h estaba ya en la plaza del Duomo o Plaza de los Milagros en español. Es un recinto o área tras los restos de la muralla, que se construyó tras vencer a los turcos en Palermo. Es un conjunto básicamente de 3 edificios, la famosa Torre inclinada, la Catedral y el Baptisterio. Rodeados de otros edificios que ya existían, como el del Museo de Sinopie, que era un antiguo hospital y el Camposanto. Empecé mi ruta visitando el Museo de Sinopie. Estos son los dibujos que se hacen por zonas o jornadas, previas a pintar los grandes frescos que aparecen en la Catedral o en el campo Santo. De allí seguí paseando hacia la fuente Dei Puti, en la esquina con vía Santa María. Como curiosidad me cuentan que antiguamente en Pisa el año empezaba en marzo como el año astronómico, bajo el signo de Aries y por ello los monumentos en la plaza están dispuestos como la constelación de Aries.
De allí me dirigí al restaurante Enoteca II Toscano, en una guía de viajeros lo recomendaban. Así que fui y reservé para las 14:30 h, aunque luego vi que no hubiera hecho falta pues está lo suficientemente alejado del mogollón dispuesto en línea alrededor de la plaza, y solo estaba ocupado por pocas mesas y todos locales, lo que me gustó mucho más. La relación comida precio estuvo súper bien. Antes de subir a la Torre, pase previamente por las taquillas para guardar el bolso. No sé muy bien porque no te dejan subir con nada. La torre tiene 54 m de altura y se empezó a construir en el siglo XII y solo llevan dos plantas cuándo empezó a inclinarse debido a un acuífero natural en el terreno. Sin embargo no se interrumpió su construcción. Tienes que subir 293 peldaños que están tambien domados con inclinación, por la pendiente que se percibe perfectamente cuando los subes. Las 3 últimas galerías están al descubierto hasta el campanario donde hay 7 campanas de las cuales la más grande pesa 3,5 Tn. Un problema más para esta pobre torre desequilibrada. Cuando salí visité el Palacio de la ópera, mientras recuperaba el aliento y la Catedral por fuera y por dentro. La fachada es impresionante y como curiosidad, en el lado que mira al campo Santo puedes observar unos agujeros negros que la leyenda dice son las garras del demonio indignado por su construcción. Antes hice una parada para el Ángelus en una terraza, de las muchas que hay colindantes a la plaza, fue mi primera clavada 8,5 € por una
coronita. La Catedral por dentro me recordó la mezquita de Córdoba con sus arcos de mármol blancos y negros. Como el hotel está muy cerca me acerqué a por el cargador del móvil y mientras comía lo cargaba en el restaurante. Tanta foto y tanta audioguía habían dado fin a su batería. Tendré que hacerme con una batería auxiliar pensé, y un palo largo para mis viajes como single, jajaja. Después de la comida, consistente en un plazo de ossobuco a la piedra reducido al vino tinto y un plato de verdura a la parrilla, riquísimo, me dirigí al Baptisterio, donde existe una gran pila bautismal utilizada tanto para niños como para adultos como si fuera una mini piscina redonda. Aunque dicen que lo más destacado es el gran púlpito exagonal tallado también en mármol.
De allí me fui al campo Santo, un gran claustro con lápidas y mausoleos de las familias más poderosas de Italia, así como algunos frescos sobre la muerte y las cadenas de grandes eslabones con el que se impidió el acceso a puerto Pisana, dónde se reponía la flota tras la batalla naval que ganó Génova y que se llevaron con ellos en señal de victoria a fines del siglo 13 y no devolvieron a Pisa hasta 6 siglos más tarde. Para rematar el día, me fui paseando hacia la Piazza de Cavalieri buscando una pastelería dónde tomarme las famosas Cantucci, unas galletas duras y secas, hechas con almendras, que se mojan en el Vin Santo. La tradición dice que una discusión acaba bien si se hace con Cantucci mojadas en Vinsan. Así despedia el dia y al sol, aunque solo habia salido un par de horas previas a despedirse.
Llegué paseando hasta el río, pero solo tomé un par de fotos en el sunset y regresé, lo dejaremos para mañana. A mi vuelta, pasé por la oficina de información y turismo y una amable chica me explicó en español y sobre un mapa de papel, a la antigua usanza, el recorrido que podía hacer mañana. He comprado algunos souvenirs coma una camiseta, un imán y por supuesto una pequeña muestra de las Cantuccini y el Vin Sant. No he hablado con mucha gente, salvo los taquilleros, camareros y una amable pareja en el restaurante, pero la verdad es que con la audioguía me he sentido acompañada todo el día.
El segundo día vuelve a salir nublado, pero me arriesgo a irme más ligera de equipaje, esperando que Lorenzo salga al mediodía según la previsión. Tras el desayuno me voy directa a la oficina de información y turismo. Le pregunto si puedo sacar el billete de la muralla y bajarme al final de ésta y no volver y me dice que sí, ayer en inglés, entendí a la taquillera que tenía que subir y bajar por el mismo punto. Así que me dirijo justo allí, al principio de la muralla en la Piazza del Miracle y me recorro los 3 km de muralla. La sensación es de ir viendo indiscretamente el backstage de Pisa.La parte de atrás de las casas con sus jardines y trastiendas, mejor o peor cuidados, en los que se sienten no vistos por esa falsa intimidad que te dan las partes traseras de las casas. Cuando acaba estoy al pie del río Arno. Lo cruzo para pasear por el Giardino Scotto. Este está lleno de familias con niños en los columpios
y algunos deportistas corriendo. De allí tomó vía San Martino, paralela al río y, donde hago una parada para el ángelus en un bar de barrio, lleno de vecinos que comparten sus cervezas domingueras. De allí sigo andando orilla del río hasta Santa María de la Espina, una pequeña iglesia de estilo gótico a orilla del río. De allí cruzó el río y sigo por la otra orilla hasta el museo Navi Romane y de él al Jardín Botánico dónde me resisto a pagar entrada para ver plantas. Oriento mi GPS hacia Piazza del Dante, donde encuentro un local abarrotado, no parece que lo regalen pero parece que hacen Paninis ricos y a buen precio. La gente se nutre de ellos y acampan por toda la plaza. Yo sin embargo voy de señorita, me siento en la terraza contigua y me clavan €10 por una copa de vino y unas cuantas aceitunas, grrrr.
Por supuesto no me quedo allí, busco rápidamente en San Google y las buenas reseñas me llevan a 4 minutos de allí andando hasta Piazza Venttovaglie. Allí hay varias pizzerías y vinotecas y restaurantes, pero en proporción hay más locales que turistas. Lo intento en dos de ellos. La primera imposible por el éxito que tiene y la segunda acabo levantándome y yéndome por la mala atención y además es solo de pizzas. En el lado opuesto veo uno muy casero y local con manteles de flores, donde dos madres y sus 3 hijos comen sin pretensiones. Aunque finalmente me sorprende el plato de espaguetis con seafood porque es abundante y de buena calidad. De allí sigo paseando decidida a descubrir el pub Infinity que me quedé con ganas de visitar anoche y que recomendaba el artículo de Google por el que he orientado toda mi visita. Pero quedo decepcionada. Estaba en el extrarradio fuera de las murallas de la ciudad y en ese momento estaba cerrado, pero sus pintas eran
de que lo llevaba hacía tiempo. Es lo que tienen esos artículos de Google, o igual en el momento que ese viajero estuvo allí estaba de moda. Volví paseando al interior de las murallas esta vez en busca de otro que había en San Google American’s Skyline. Estaba en la Piazza de la Borgoña Stretto pero el ambiente y el griterío no me gustó nada. Así que volví al café Pastisseria del día anterior para poner el punto final del día de nuevo con unas Cantuccini y un Vin Sant antes de poner rumbo a mi hotelito donde me di una ducha calentita, escribí y me vi una película en la cama. El tercer y último día volvió a salir gris y lloviendo. Creo que esto debe de ser lo habitual y viendo lo verde que están todos los jardines y ayer en los patios de las casas que divisaba desde mi altura privilegiada en la muralla, me llamó la atención que ninguna casa o chalet por grande o señorial que fuera, tenía piscina. ¡Debe ser que mucho calor no pasan por aquí.!, jajaja.
Me desperté temprano pero no fue hasta las 8h que empecé con mis ejercicios y meditación matinera para al final tener que bajar corriendo si no quería perderme el desayuno que es solo hasta las 9:30 h y aunque no es muy bueno ni abundante, más bien triste y aburrido, me sirve para poner fin a mi ayuno de 16 horas. Yogur con cereales y una manzana verde. Zumo de pomelo con jamón york y huevo duro y un té. Era lo más atractivo para una persona que ni le gusta ni le conviene los dulces y bollerías. Subí a recoger mis cosas y pagué mi factura 214€ por 3 noches con desayuno mas 7€ de tasas de turista. Sinceramente creo que carísimo, pero era lo mejor que encontré y de 3 estrellas. En España no pasaría de un hostal. Debe ser que nuestros inspectores son más exigentes. Ya lo sé para futuras estancias en Italia. La verdad es que hasta el momento siempre la he visitado en barco, ya sea en velero o crucero y cuando he ido a Roma no tuve este problema no sé, quizás es esta ciudad en concreto. A estas alturas ya controlo la ciudad, así que decido darme un paseo hasta la estación central. Allí coger un tren al aeropuerto por 6,5 €. En menos de 1 hora estoy en la Piazza de la estación tras andar toda la vía de Corso, con todas las tiendas de marcas conocidas, HYM, Zara, Intimissim, etcétera y me tomo un zumito de naranja en una terraza cubierta para estrenar el boli recién adquirido y acabar de escribir este relato. En unas horas habrá terminado mi aventura solateras. No me he aburrido. No he tenido problemas para descubrir la ciudad y además me he
sentido acompañada. Ayer por 3 grandes conversadores como son Alex Rovira, Antonio Bolinches y Francesc Miralles, pues fui escuchando su podcast “Si lo hubiera sabido” antes durante las 8:00 h que estuve recorriendo la ciudad. Además lo hacen tan ameno que no es un monólogo, sino como si te hicieran partícipe de un coloquio de grandes e inteligentes pensadores contemporáneos. Así que mejor compañía no podía pedir. El día era horroroso, lloviznando, todo el camino hasta la estación central donde cogí el trenecito hasta el aeropuerto por 6,50 €. Antes, mientras me tomaba un zumito de naranja en una terraza cubierta estuve whatsappeando con un excompañero de telefónica que soltó amarras el diciembre pasado y se encuentra Caribeando. Nuevas tentaciones para cruzar el charco, jajaja. El aeropuerto estaba abarrotado, comí un trozo de pizza que repetí durante horas, compartiendo mesa con varios viajeros que iban ocupando las sillas que se iban quedando libres. Pero con las únicas que hablé fueron dos mujeres que iban también a Valencia y una madre con su hijita de no más de 6 añitos que eran de Malta.Hablamos en inglés, le hizo mucha gracia mi nombre porque me llamaba como la de sus dibujos “Pepa Pig” ja ja ja y cuando se iba me pidió un abracito y volvió a darme un bombón de chocolate, ¡qué monada!. Intento esperar pacientemente leyendo por que teníamos hora y media de retraso. Cuando por fin empezaron a embarcar me dijeron que tenía que esperarme al final y cuando llegó ese momento me dijeron que no era posible porque tenían ¡overbooking! ¿cómo?, no me lo podía creer, llamé a mi hijo, pero no querían hablar con él, puse el manos libres, pero nada, dijeron que no y que no podía ir en sus asientos porque no llevaba uniforme. Me quería morir. ¿Qué haría ahora?. Solo una de ellas fue amable conmigo y me acompañó hasta su oficina donde me dijeron que hasta dentro de 2 días, es decir el miércoles a las 20:00 h de la noche no había otro vuelo de Pisa a Valencia. No podía ni quería quedarme tanto tiempo en Pisa. La otra opción era intentar coger el que había mañana desde Bolonia a las 10:00 h de la mañana. Pero para ello tenía que llegar en tren hasta allí esta noche. Me indicaron dónde estaba el puesto de información de los trenes y hacia allí me fui. Las taquilleras me explicaron y vendieron billete de vuelta a Pisa, de ésta a Florencia y de ella a Bolonia o eso creía yo porque al llegar a Florencia, que por cierto tiene dos paradas, una previa en las afueras donde llegué a bajarme y menos mal que pasaba un chico afroamericano y al preguntarle me dijo que no era la central de Florencia y que volviera a subirme rápidamente. ¡De infarto!. Al llegar a Florencia pregunté en información, me dijo que tenía que coger el primero que había en la vía 7 pero este no indicaba Bolonia sino otra ciudad que yo no conocía, subí en él y al preguntar al resto de pasajeros y no responderme nadie volví a bajarme rápidamente. Ante la duda volví a preguntar a un revisor qué me confirmó que efectivamente ese era el tren que tenía que coger justo el que acababa de partir. Vi una casilla de información al otro extremo de la estación y me dirigí rápidamente a ella justo estaba apagando las luces pero procuré cruzarme en el camino de la chica que salía de ella. Esta me explicó que cogiera el tren que iba a Prato y luego de allí otro a Bolonia. Menuda odisea y agobio, el ultimo tren sale a las 21:10, no quiero pasar la noche bambando, me busco un hotelito junto a la estación de Bolonia para intentar descansar algo, ¡creo que me lo he ganado!. Entre billetes de tren, alargar la estancia en el parking del aeropuerto y el hotelito en Bolonia ya voy por unos €100 y el vuelo de vuelta solo costaba €50, no sé yo si me compensa ir de gratis con estos riesgos, ¡ menudo estreno!. Me pongo a buscar la via o binario, como las llaman aquí, nummero 2, donde supuestamente salía el tren hacia Prato, pero solo veo hasta la vía 5, sigo en esa dirección con la esperanza de encontrar la vía 2 y sí efectivamente al final en un recoveco de la estación aparecieron la vía de la 4 a la 1. Subo a él, las pantallas informativas no funcionan, así que me guio por el Google Map para no volver a equivocarme, además de noche, lloviendo y con las estaciones con poca iluminación donde van parando, apenas se ve el nombre de éstas. En Google Maps dice que el tren a Bolonia sale a las 21:10 h desde Prato donde se supone que llegaremos a las 21:05 h, solo tengo 5 minutos para el transbordo o ya el siguiente no es hasta las 22:45 h. Salgo corriendo, miro la pantalla, bajo las escaleras buscando la vía 7, pregunto a una chica que es muy amable, ella también va a Bolonia, uff esto parece una Yinkana, ¡quien me hubiera dicho a mi esta mañana que iba a acabar asi el dia!. Al final conseguí dormir bastante, salvo que en lugar de la alarma a las 7:00 h de la mañana puse la cuenta atrás para 7 horas y poco antes de las 6:00 h de la mañana me estaba despertando. Aproveché para hacer algunos ejercicios de estiramientos antes de arreglarme. Dejé la habitación y emprendí camino hacia la estación de tren. Saqué el billete para el aeropuerto por 12,80 € y al llegar y traspasar el control me dirigí a la puerta 6 asignada, cruzando los dedos para poder embarcar. En cuanto apareció en el mostrador de la puerta el personal de Ryanair, me dirigí a ella con mi billete de staff y asombrosamente me asignó asiento sin ningún problema el 17E, hasta me dio una carta de embarque. Evidentemente este vuelo no estaba lleno. Me sentí aliviada, aunque ya había mirado en la pantalla y controlado que había otro vuelo a Barcelona en 10 minutos después del mío y en 2 horas después, otro a Madrid, aunque este de Vueling. Hoy tenía plan B y plan C y la determinación de llegar a España fuera a Valencia a Barcelona o a Madrid, jajaja. Es la diferencia abismal de que te pasen las cosas a primera hora del dia o al final.
Pero no fue necesario. Embarqué y además me dieron asiento en la fila de emergencia con espacio extra para las piernas. Estaba tan contenta que me auto regalé una colonia de Michael Kors, ¡porque yo lo valgo!. A las 12:30 h estaba por fin en casa. Ponía fin a una aventura por tierra, intensa sobre todo las últimas 12 horas, pero orgullosa de haber superado todos los contratiempos, no agobiarme en exceso y haber resuelto con eficacia. Una vez más la vida me sorprendía terminando con la adrenalina a 100 el día que más tranqui había empezado.

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