DE ROSES A CAP BEGUR


De nuevo estaba preparando mi petate y consultando la meteo, para escaparme de la jungla de cristal y asfalto y hacerme a la mar durante unos días, me había pedido un día libre y junto con el viernes festivo que tenía la semana, juntaría 4 días festivos para navegar, ya que viajaría el mismo miércoles tarde, para dormir ya a bordo del Montjoi, un Dufour 38.5 de mi amigo Rafa. Esos eran mis planes, hasta que la meteorología nos hizo cambiarlos, el temporal F8/9 de viento y lluvia nos aconsejaba que pasáramos el jueves amarraditos, oyendo como rugía Eolo entre la jarcia, es tan agradable cuando te despiertas por ello y sabes que estas bien amarradito en puerto, oír llover bajo las mantas en un calentito camarote tiene mucho encanto para los que somos de mar, seguramente porque sabes de la que te estás librando y lo diferente que sería si estuvieras ahí fuera echando un pulso a la naturaleza.
Así que nos levantamos sin prisas, en esta ocasión no conocía el plan de navegación,
era mi segunda vez a bordo y confiaba plenamente en el capi, sabía que lo tendría todo pensado, gran conocedor de su costa Brava…iríamos a visitar el Cap de Creus por tierra y a comer en un pintoresco restaurante que hay arriba junto al Faro, y que en el pasado fue la vivienda del farero. En mi viaje anterior recorrimos con el velero el Cabo, ahora lo haríamos por tierra y también valió muchísimo la pena, toda la carretera de curvas por su parque natural, con vistas a cuál más impresionantes en cada una de
ellas. Y además las lluvias de los últimos días, habían formado pequeños lagos entre sus parajes, que te permitían hacer fotos totalmente exclusivas. Sus formaciones rocosas volvieron a despertar mi imaginación, al igual que lo hicieron por mar. Una excursión totalmente recomendable, así como el colofón de la comida allí arriba, al parecer es famoso por un arroz a la cazuela que hacen, pero ese día no había, así que cayo un hermoso Rodaballo con un vino natural riquísimo.
Por la tarde fuimos a hacer la compra a un supermercado próximo al barco, esa noche ya cenaríamos a bordo, empezando a hacer hogar náutico en el Montjoi, cocinamos un pulpo recién
adquirido y unas tellinas, con un fresquito vino blanco. Luego unos pasos de baile entre tertulia y tertulia, para rebajarlo todo.
Me encanta este capitán, porque además de ser un friqui de la navegación astronómica como yo, le gusta y sabe bailar, por lo que cada vez que navego con él, es como hacerme un curso intensivo de ambas materias que me apasionan, ¿será que Dios los cría y ellos se juntan?  dice el refrán… jajaja
Al día siguiente, viernes 6, por fin podemos zarpar, son las 10:15HRB cuando lo hacemos, relativamente pronto, somos el único velero que se mueve en el puerto de Roses, que despierta tímidamente de varios días de temporal. El cielo aún aparece algo nublado, pero con visos de que Lorenzo ira ganando potencia conforme avance el día. Hay una leve brisa de NW, nada que ver con la “Llevantada” (como llaman aquí a los fuertes vientos del Este) que han soplado los últimos días. A Er divisamos la cima del Cánigo, un monte de unos 3000m, perteneciente a la cordillera Pirinaica y que ahora pertenece a Francia, me explica el armador. Me impresiona ver la nieve tan cerca del mar, creo que es la primera vez para esta naveganta de “la ruta de la mantequilla” …jajaja
En cuanto salimos de la bocana, izamos velas, primero Mayor y luego Génova, aunque
no hay potencia suficiente para prescindir del motor, así que a la mediterránea. Hoy queremos hacer el máximo de millas para bajar hacia el Sur y luego los próximos 2 días ir regresando hacia el Norte, aprovechando el role que se prevé de Sur.
Nuestra proa enfila a las islas Medas cruzando la gran bahía de Roses. En cuanto terminamos con el trimado, saca el capitán el Sextante para empezar a hacer pruebas y bajar el sol. Se ha convertido en todo un experto con su reciente participación en una regata astronómica donde jugó el papel de navegante y durante una semana se hartó de hacer cálculos astronómicos. A mi me cuesta al principio, hacia 2 meses que no tocaba el sextante y es increíble como pierdes tus habilidades, pero mi actitud es buena, estoy empeñada en coger destreza y lo intento una y otra vez, hasta que lo consigo. Calculamos la hora a la que tenemos que tomar la meridiana, es decir, la hora que será el mediodía y que el sol alcanzará su altura máxima y empezará a bajar, nos falta algo más de 1h, así que damos unos -20 grados al piloto, haciendo que el Montjoi caiga y ponga rumbo más hacia alta mar, para que las islas Medas, que ahora vemos más a Er, no nos impidan tener horizonte para bajar el Sol.
Mientras esperamos, preparo el ángelus, es algo que no perdono en mis travesías, (dos coronitas, hummus y rosquilletas) y quien ha navegado conmigo puede dar fe de ello, ¡es un término que creo que voy a acuñar en el vocabulario náutico! Jajaja.
Bajamos hasta Cala Aiguafreda, donde hay un gran edificio de hormigón y cristal construido en el mismo acantilado, al parecer nació como hotel Cap Sa Sal, pero acabó vendiéndose como apartamentos. Es horrorosa la invasión arquitectónica, pero reconozco que cualquiera de sus propietarios tendrá unas vistas alucinantes. Asomamos con la proa a Cala Sa Tuna, una pintoresca cala de casitas blancas, reparo en una pareja de abuelitos sentados y tomando el sol en medio de un “camino de ronda “que va bordeando el acantilado. Pero no nos quedamos en ella porque entra todavía mucha ola, del mar de fondo que queda de la levantada, así que el capi propone seguir un poco más al Sur para fondear y comer, lo hacemos finalmente en otra cala llamada “D’Els Pins”, (41º56,48’N 3º13,10E) está más
deshabitada, de arena oscura, los pinos llegan casi al agua, solo un gran caserón que parece abandonado en su lado de Babor. El fondeo no es muy bueno, porque también aquí nos balancea la ola y con el borneo a veces nos quedamos totalmente atravesados a ella, lo que hizo derramar el vino de la comida y no alargar la sobremesa, pero me gusta la tranquilidad y sentirte una vez más privilegiado de estar allí sin nadie más, ¡como integrante de una hermosa postal!
Nos quedan poco más de 4 millas al Estartit, puerto que hemos elegido para pasar la noche. Rumbo 345º, el sunset nos acompaña por la banda de Babor, el poquito viento que había durante el día ya ha caído y vamos solo con la Mayor y el motor. Llegamos justo con el ocaso, para darnos tiempo a realizar la maniobra del atraque y cuando terminamos de preparar un adaptador para la toma de luz ya se ha hecho completamente de noche. Parece que no hay mucha vida en este pueblo turístico, así que sin cambiarnos ni nada, nos vamos a dar un paseo y tomarnos unas birras, buena costumbre también después de todo atraque, aunque la dificultad del de hoy, fue únicamente mantener el barco firme para que no se atravesara al solitario pantalán, mientras hacíamos firmes las amarras y ajustábamos los muertos. Vista la escasa animación en la población, decidimos volvernos para regalarnos unas duchas calentitas en el náutico y cenar a bordo, improvisamos un par de platos de embutido ibérico y queso, bañado con vino tinto y con mis sueños de navegar por el mundo.
Me entusiasmo tanto hablando de ello, que por un momento parece que voy a contagiar al capitán y va a unirse a ellos, pero al final los dejamos flotando en el ambiente y nos dedicamos en cuerpo y alma ¡a una nueva clase de Bachata! …. jajajaja

 Al día siguiente, sábado, tampoco madrugamos demasiado, el plan de navegación es
también de pocas millas, ya que hay prevista calma chicha para todo el día. Así que lo primero que hacemos es zarpar e irnos a pillar una boya en las islas Medas, que están frente al puerto para desayunar allí. Lorenzo hoy brilla más fuerte al no tener que rivalizar con Eolo, así que tengo que aligerar mis capas de abrigo. Quiero llevarme el paisaje en mil fotos, aunque se que la que más valdrá será la que grave en mi retina. También suspiro profundamente para intentar hinchar mis pulmones de
aire limpio del mar y mi alma de paz, la que te da un fondeo así, en un parque natural, sin edificaciones, con las gaviotas como únicos habitantes, y nuevamente solos, sin mas embarcación alrededor. Bueno, al ratito llega una pequeña motora de pescadores, momento justo en el que decidimos soltar la boya y seguir rumbo hacia el Norte, a estas alturas ya estamos bastante compenetrados, así que el capi se va a proa, le gusta controlar la maniobra allí y que todo quede hecho y deshecho a su manera, y a mi me cede el timón del Montjoi, no sabe que es lo mejor que puede hacer, ¡soy la mujer más feliz, pegada a un timón! jajaja
Vamos recorriendo la costa, con motor y mayor nada más, bastante pegaditos a
tierra,para poder descubrir cada recoveco y cuevecita del acantilado. El color del agua va cambiando según las profundidades y de vez en cuando nos cruzamos con manojos de sargazos, ramas e incluso troncos, son todavía vestigios del temporal pasado.
Cap de la Barra, Cap del Castell, Punta de Milá, hasta llegar a Cala  Montgó, donde fondeamos para pasar el resto del día y la noche(42º6,492’N3º10,638’E). Es redonda por lo que quedamos protegidos de todos los vientos excepto del E donde tiene su abertura, pero la previsión es que siga la calma chicha, así que me parece genial el lugar. Hay muy poca edificación y bastante deshabitada, un pequeño grupo pescando en la pequeña playa y un valiente que nos sorprende durante la comida nadando de extremo a extremo de la cala, debe ser un super atleta de esos que tanto abundan hoy en día, preparando algún triatlón, pienso. Hoy preparamos unas calentitas lentejas con chorizo que nos tomamos al solete en la bañera, la ladera llena de altos pinos de Babor pronto se lo traga y nos invade la sombra, así que tengo que tirar de manta para hacerme una meditación mientras el capi elige su camarote para hacer una minisiesta.
Mientras comíamos llegó un pequeño velerito de unos 23 pies, pero estuvieron un pequeño rato y se fueron, era una pareja con dos niñas.
Me entro ya al living para protegerme de la humedad que empieza a hacer estragos en la bañera. Hoy dedicaremos la tarde a hacer los cálculos astronómicos con las medidas que tomamos ayer al bajar el sol y comprobaremos con la posición GPS que hábilmente grave de aquel momento del Navionics. El capi hábilmente ha confeccionado unas hojas para toma de datos y otra con todos los parámetros necesarios para hacer los cálculos, estilo tipeo y con espacio a la derecha para pintar finalmente las rectas de altura que serán las que nos lleven finalmente a nuestra posición. Los hacemos entre los dos, aunque realmente el lleva la voz cantante, primero porque el que la lleva la entiende, y él es quien ha confeccionado las hojas y sabe como van, y además como decía al principio de este relato, lo tiene todo super fresco y practicado en la reciente regata a Canarias que hizo. Así que le sigo y para mí, ya es satisfactorio ir recordando paso a paso, como el que va andando por una senda ya recorrida. Dicen que la astronomía realmente necesitas más de 1 año para comprenderla, para realmente entender todo lo que haces y verlo, no solo memorizarlo y creerlo sin más. A mi me apasiona y lamento no tener más tiempo para practicarla más a menudo. Los cálculos nos llevan a una posición unas millas desviadas de la real en cuanto en Longitud, pero clavamos la latitud, que dicen que es más difícil, así que nos damos por contentos y seguimos la tarde poniéndonos una película de Movistar+, aunque no acertamos mucho con la selección, ciertamente, no recuerdo ni el título, para No recomendárosla, jajaja.
Como hoy estamos fondeados, tenemos que arrancar de vez en cuando el motor para cargar baterías y en una de esas que salimos, vemos que ha llegado otro velero, no dormiremos solos. El frio empieza a notarse dentro también, así que saco unos sobrecitos que he traído y que nunca había antes probado. Los compre en Decathlon, en la sección de montaña. Son como sobres de infusiones para meter en las zapatillas y en los bolsillos y al agitarlo desprenden calor. Los compré pensando en las frías guardias de las travesías de invierno, pero no había llegado a probarlo y realmente funcionan. Totalmente recomendables, no sé que sustancia llevan dentro, pero cuando leemos las instrucciones flipamos, porque dice que puede llegar a alcanzar los 50º si está en contacto con el aire. Así que ya no paso frio, pues teniendo los pies y las manos calientes, estás toda tu calentita. Totalmente recomendable, en serio.
A la mañana siguiente, cuando salgo a la bañera, veo que llega otro velerito, pero se nota que acaban de salir, vienen abrigados, pero con ganas de pasar el día. Sin embargo, el que llegó anoche, aún no han amanecido, estos si que tenían pinta de venir de navegar, quizás de Menorca, quizás de Córcega, quizás de más lejos…el caso es que siguen durmiendo. Cojo los prismáticos para ver que barco es, me resulta familiar pero no lo reconozco y es un Allures 39.9, muy buen barco para navegar por el mundo, casco de aluminio y quilla abatible, sus 3,40 de calado se quedan 1 m cuando la subes, y no es un sistema hidráulico sino uno manual.  Nosotros hemos subido el hierro y paso despacito al lado de ellos mientras enfilo la salida de la cala.
La previsión se cumple a rajatabla, ya se ha posicionado el viento en cuanto a
dirección, N/NW, y poquísima intensidad, así que seguimos recorriendo la costa con motor y Mayor, bordeando toda la bahía de Roses mientras el capi me va relatando de los lugares y pueblos que la salpican. Hoy la sensación térmica es más gélida, hay algo de nubes y el sol no brilla en todo su esplendor. De nuevo divisamos el Cánigo con sus cumbres nevadas, es preciosa la foto, aunque hoy hay nubes bajas que hacen que se confunda en las fotografías.
Huele a final, a pesar de que mi tren sale tarde, ya vamos rumbo a la bocana de Roses. Hay calma chicha y pienso en pedirle el timón del Montjoi para hacer la maniobra de atraque, pues ahora que no soy ya armadora tengo que practicar para no perder mi habilidad, pero al final me resisto, sé que el capi es tan celoso de sus cosas que quizás me diga que no y no me guste, así que no me arriesgo y opto por tener paciencia y dejarlo para una próxima singladura, que espero vuelva a brindarme.
Para levantar el ánimo, nos regalamos un arroz con bogavante en el restaurante del náutico y con ello ponemos fin a un largo fin de semana de mar y tierra.  

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