A LAS PERLAS CON EL MAVERICK

No se me ocurría mejor manera de empezar el año 2024 que con una nueva aventura navegando y además con el hombre de mi vida, mi hijo, que me había reservado 15 días de sus 3 meses libres para hacer unas vacaciones juntos. El archipiélago de las Perlas es un conjunto de casi 100 islitas, algunas de ellas habitadas y otras desiertas, pertenecientes a Panamá pero en su lado del Pacífico. Y el Maverick estaba allí fondeado en las Brisas de Amador, desde que en junio pasado habíamos cruzado juntos el Canal de Panamá. Sería una manera de sacarle de su apalancamiento en el fondeo y un chute de energía para sus preparativos en el próximo cruce del Pacífico que tiene como reto. El día 8, después de todas las fiestas navideñas, saturada ya de comilonas y compras, haríamos un cambio radical de paisaje y temperatura. En cuanto aterrizamos, ya en el aeropuerto, empecé a deshacerme de capas de ropa ya que salimos a 8º de Madrid y Panamá nos recibía con 28º y su característica humedad pegajosa. Daniel, el taxista de confianza que nos había recomendado el armador, nos aguardaba con un gracioso cartel que ponía Pepa y una carita sonriente. Por ello, una niña de unos 6 añitos aguardaba junto a él ante la curiosidad de ver a quién representaba aquella carita, jajaja. Por el camino paramos a recoger a MA, qué acertadamente había pensado aprovechar la espera para ir a hacer las compras de las bebidas y cargarlas en el taxi que ya habíamos negociado por 35 dólares pues aquí no llevan taxímetro y tienes que negociarlo antes de subir. Además al día siguiente iríamos a hacer la compra, pero como era “feriado”, como llaman aquí a los días festivos, no vendían alcohol, bueno menos el chico que había junto a la Marina, en la zona recreativa donde disimuladamente accedió a vendernos un par de botellas de sangría, jajaja. El supermercado que fuimos al día siguiente a hacer la compra se llamaba Rey, es una cadena que abunda en Panamá y era muy curioso ver los pasillos donde estaban todas las bebidas con cintas cruzadas para marcar la prohibición como cuando la policía clausura un local, era muy curioso para nosotros. La noche fue extraña, peleándome para conciliar el sueño y rendirme a Morfeo. Con el cambio horario y las cabezaditas en el avión no había manera. Y a las 7h a.m hora local, ya estaba levantada haciendo mi tabla de yoga en proa bajo la atenta mirada del nuevo Lorenzo, que salía por nuestra
popa y, todo el skyline de los rascacielos de Panamá por nuestra proa. ¡Qué maravilla empezar así un día!, el único problemilla es que el agua de ese fondeo no es buena para el baño, es verde y con el fondo fangoso, así que me asee como pude y preferí esperar porque en 24 horas ya estaríamos en aguas cristalinas, según lo que habíamos planeado. Aún me dio tiempo a baldear la bañera con ayuda de Rubén y limpiar y organizar la nevera para poder luego hacer la lista de la compra y en cuanto despertó el armador nos fuimos con la dinguy para hacerla. Previamente hicimos una paradita en “Mi Ranchito” una especie de cafetería o de bar, donde nos hicieron unas quesadillas deliciosas, unas saladas y otras dulces y unos estupendos zumos naturales. Me encanta la afición que tienen en el Caribe, bueno ahora mejor decir en Latinoamérica, de hacer zumos naturales y por unos 10$ cada uno, nos tomamos un buen “breakfast”. El taxi para el súper lo negociamos por solo 6 dólares, no valía la pena sufrir en un bus siendo tres. Se nos hizo bastante tarde y, entre que acarreamos todo en la dingui y lo estibabamos, cuando terminábamos de comer y me tumbaba en mi añorada hamaca, ¡ya era la hora del sunset!. Por eso seguramente no echamos en falta la cena, que omitimos tras bajar a tierra a tirar la basura e intentar recuperar una caja con provisiones que nos habíamos olvidado. Yo apostaba porque estaría allí y el armador porque no lo estaría, que era imposible, que se la habrían llevado seguro, porque tiene la firme idea que el panameño disfruta fastidiando al gringo y nosotros supuestamente lo éramos para ellos. Y no me extrañaría si fuera así por la cantidad de años que han estado medio invadidos y controlados por ellos en toda la zona del canal. Así que a mi apuesta de pagar nuestras bebidas (su Coca Cola y mi Margarita), si él perdía la dobló diciendo que él me pagaría todas las margaritas que me tomara cada vez que bajara a tierra durante este viaje. Así que con ese ánimo llegamos al pantalán y nada más subir la pasarela y preguntar a los que estaban por allí por nuestra caja, me señalaron a dos militares, una chica y un chico que la custodiaban. ¡ Había ganado la apuesta!.jajaja
Solo me aceptaron un plátano, una manzana y una naranja para cada uno, para hacerles más llevadera la guardia y así de contentos, sobre todo yo, nos fuimos hacia la zona comercial en busca de mi premio. Pero de nuevo como era “feriado” y estaba prohibido el alcohol, solo pudieron hacerme un granizado de Maracuyá, el que complementó el armador, con una rosa que compró aún vendedor ambulante que pasaba por allí, para remarcar, si cabe, su admiración y gratitud por mi insistencia, pues él ya lo había dado por perdido. -Tu fíate de mí, que yo soy un poco brujita le dije ja ja ja. Como había previsto, según el parte meteorológico, subimos el hierro a las 12 h p.m. Me fui a la proa para ayudar a divisar las embarcaciones que yacen sin luz ni marcas fondeadas y medio abandonadas, hasta que rebasamos los dos espigones de estribor y dio la orden de sacar velas. Teníamos una leve brisa por nuestra aleta de babor, sacamos Génova y Mayor y conseguíamos hacer 3 nudos en un largo, rumbo 139º. Paró el motor, ya que no teníamos prisa, teníamos 35 millas y queríamos llegar de día. Acordamos hacer guardias de 2 horas, yo saldría a las 3 de la mañana y Rubén a las 5h. Media hora antes de finalizar la mía ya tuve que recoger el Génova y arrancar una punta de motor pues habíamos bajado de 2 nudos y al piloto automático le costaba mantener el gobierno. Así transcurrió la guardia de Rubén, en la que con el ruido del motor no conseguí pegar ojo. A las 7:00 h de la mañana salí y ya estaba el armador también fuera y se divisaba tierra. Estábamos a unas 12 millas de nuestro destino, isla Contadora. Conforme nos íbamos acercando a las primeras islas íbamos sorteando barcos de pescadores, que con sus artes de arrastre echadas, no modificaban ni un grado su rumbo para evitar la colisión. Todos iban invadidos de pelícanos que, pacientemente aguardaban posados en sus estructuras, los peces que desecharan al subir sus redes. Dejamos a babor isla Pacheca, donde vimos un catamarán fondeado y seguimos hacia isla Contadora para buscar su lado de sureste y fondear allí. Nos
quedan un par de millas, acaba de empezar la subida de la marea, son las 9:30 h y tenemos unos 15 cm de marea alta, la máxima será a las 15:00 h con 3,67 metros por lo que tenemos que tener en cuenta para el calado unos 30 cm menos de los que nos dé la sonda y al calcular la cadena sumarle casi 4 m más a lo que nos dé la sonda, de todas formas si tenemos espacio y parece que sí, pues no se ven muchos barcos, echaremos 40 m para dormir tranquilos. Desde las 7:00 h de la mañana vamos de nuevo a vela solamente entre 3 y cuatro nudos, puro placer, divisando el nuevo entorno y recibiendo al nuevo día soleado. Todos estamos hambrientos pues no cenamos anoche y nos hemos ganado, después de las guardias, unos huevos con bacon, pero esperamos a estar fondeados y que el sol cargue más las baterías para cocinar dicho homenaje. Posición 8º 37, 32’ N 79º 2,163’ W Arribamos a las 10:30 h a.m a Cacique beach. Se ven palmeras y algunas sombrillas de caña en la playa, hay una moderada actividad. Varios veleros en el fondeo y más tarde arribarán varios catamaranes. También hay un pantalán flotante para los ferrys que traen turistas diariamente y una pequeña pista de aterrizaje. Durante el día hemos visto aterrizar varias avionetas. Hay algo de corriente, pero tengo tantas ganas de un chapuzón que ni lo pienso. No se ve el fondo y hay bastante profundidad, pero el agua es clara. Teníamos 8,5 m cuando llegamos y había empezado la marea a subir, solo llevaba 30 cm y llegará la máxima a las 3h con 3,5 m así que echamos cadena como para 12 m de sonda unos 40 m de cadena.
Al ratito el armador identifica a otro velero de un nuevo y reciente amigo chileno. Es un Beneteau 50 ft. Lo invita a bordo y al final le invitamos a comer, hoy he estrenado la paella que traje, aunque la cocina de inducción no es muy buena para ello, nos hemos comido una rica fideuá. Después de la merecida siesta, yo en mi hamaca of course, quedamos de nuevo con el vecino y amablemente nos acercó a la playa a tirar la basura y luego a conocer su barco. Y nos cuenta la singladura de cuando compró su barco en río Dulce, Guatemala y estuvo dos meses navegando, sin tocar tierra, hasta Chile, cruzando el Canal de Panamá, pasando próximo a Galápagos también cerca de la isla de Pascua pero sin tocar tierra en ningún momento. También nos ha puesto en contacto con otro amigo suyo, Guillermo, que tiene una empresa de buceo y hemos reservado con él un par de inmersiones para el viernes. Tengo ganas de recuperar la afición, llevo 4 años sin hacerlo y además quitarme el mal recuerdo de la última inmersión en Jávea. @the_adventurer of the seas, es el Instagram de Juan el chileno, sube muy buenas fotografias y uptombuceo@hotmail.com el contacto de GUILLERMO SHUTEL, empresa Diving en Contadora.
Al día siguiente ya libres del jet lag y del sueño de la travesía nocturna, nos levantamos más activos. Por la mañana bajamos a tierra a conocer el pequeño pueblecito que me había contado Juan que había de gente local y de paso a buscar a la doctora que también nos había dicho le había atendido a él gratuitamente y efectivamente así fue. Una iglesia y algunas casas desparramadas por un par de carreteras asfaltadas, transitadas por algunos carritos de golf. El centro de salud frente a un minisúper y barecito donde nos tomamos algo mientras esperábamos, pues aquí paran de 12 a 13 horas para almorzar. Luego en poco más de 10 minutos le atendió amablemente y a cambio solo de su número de pasaporte, saliendo ya con las medicinas y todo gratis. Yo aproveché para entrar en una tiendecita de camisetas y bañadores y llevarme una de recuerdo y el armador una camiseta, además de aprovechar para invitar a la dependienta, una mulata alta y guapa de no mucho más de 20 años, a dar la vuelta al mundo con él. -¡Qué bruto eres! le dije, - ¡la has espantado! ja ja ja. -Tienes que ser más sutil. Contadora tiene solo 105 habitantes y todos deben conocerse. De allí volvimos a la playa y nuestra dingui se había, o nos la habían, soltado del tronco donde la amarramos
y estaba encallada en la arena. A la vuelta ya estaba Juan esperándonos para ir a hacer snorkel, como habíamos quedado, así que nos tomamos un Ángelus tardío, pues ya eran casi las dos, para no irnos con los estómagos vacíos, mientras el armador se ponía a rascar la hélice de caracolillos. Aunque al final, nos fuimos todos a Sueca beach, justo al lado de la que estábamos, con la dingui de Adventure of the Seas que tiene ancla y así nos tiramos más de 1 hora. Habían muchos peces loro grandes, alguna pareja de Angels Blue y hasta un mero dice que vio MA pero, lo que más nos gustó a todos, fueron las rayas mantas, rayas reales de esas con puntitos blancos, vimos 2 ó 3 y luego una familia de 5 ó 6 ejemplares más pequeñas, pero de boca grande. Aunque las grabamos con la Gopro, lo mejor es el recuerdo que nos llevamos en la retina. Mañana iremos a bucear con botellas ya estoy impaciente.
Mientras íbamos hacia el snorkel, Juan nos contó que su gran bandera pirata es porque pertenece a una hermandad denominada “Hermanos de la Costa” creada en 1950 y es solo de hombres, lo que le recrimé enérgicamente, pues hoy en día sigue siendo así. Nació en Chile pero ya se han extendido a 55 países más, por lo que me dijo que reclamara a los de España, grrrrrr. No es porque yo tenga interés por pertenecer a ella pero, creo que ya deberían de haberse actualizado, pues hoy en día ya somos muchas las mujeres que navegamos. El día lo terminé tumbada en proa con mi hijo viendo constelaciones, algunas conocidas y otras que nos descubría el Star Walk y, viendo pasar de vez en cuando, algún satélite. Recuerdo cuando nos independizamos y él tenía solo 6 añitos, cómo le gustaba dormirse en mi regazo viéndolas, por aquel entonces apenas vivía nadie en nuestra urbanización y no teníamos contaminación lumínica y, también recuerdo que entonces ¡él quería ser astronauta.! Así que no puedo pedir más para rematar el día. Al día siguiente nos fuimos a bucear con Guillermo, Juan iba patroneando la barcaza con la que pasaron a recogernos. Nos llevaron hasta isla Chapera. La primera inmersión fue entre 10 y 15 m. Había mucha vida, parecía que nos habían tirado capazos de peces grandes, peces loro y vimos una gran manta raya. Al principio me costó mantener la flotabilidad porque llevaba demasiado peso pero, en cuanto me aligeró el chaleco el
instructor, fue genial. Es verdad que es como montar en bici, me conecté con la paz y el relax y me entregué a disfrutar del paisaje. La segunda fue todavía mejor, vimos una tortuga y un gran tiburón de aleta blanca que estaba en su cueva y en cuanto se percató de nuestra presencia, salió huyendo. Y es que los pobres tienen más miedo de nosotros, que nosotros de ellos. A pesar de la mala fama que tienen, son preciosos, con sus líneas finas y largas y su movimiento elegante. Así que prueba superada, después de 4 años y de la última inmersión desafortunada, volvía contenta y satisfecha. A la vuelta el capi nos encendió la BBQ para hacernos unos grandes entrecots que nos habíamos ganado sin duda. Por la tarde bajamos al beach club de la playa y mientras él se iba a correr, Rubén y yo aguardábamos en su terraza, contemplando la caída del dia.
Nos contaron como curiosidad, que el nombre de la isla Contadora, responde a la época colonial, pues en ella se daban cita todos los colonos españoles para contar las perlas que habían sacado del mar. Hoy en día apenas quedan ostras con perlas. El nombre del archipiélago en sí, se lo deben a que era una zona llena de ostras con perlas. Pero la sustracción sin control y sin repoblar, ha dado con la casi extinción de ellas. Parecía que isla Contadora ya estaba vista para sentencia, asi que, planeamos al día siguiente zarpar hacia otra e ir avanzando hacia el sur. El armador estuvo viendo las cartas que tiene locales y, a la mañana siguiente, tras mi rutina matinal de yoga, meditación, chapuzón y baldeo, esto último ya coincidiendo con mi hijo y, tras arranchar y estibar todo bien, subimos el fondeo Rubén y yo en proa, observando gratamente que la cadena subía completamente limpia del barro que trajo del fondeo de Panamá, brisas de Amador. Saludamos a nuestro vecino Juan y pusimos rumbo a Mogo Mogo. Solo unas cuatro millas, pero, lo suficiente para poder liberarnos, en el canal entre ambas islas y con corriente, de nuestra basura orgánica. Fondeamos entre isla Chapera y Mogo Mogo, ya que en esta última no nos parecieron buenos
los fondeos. Lo hicimos en el canal entre ambas islas, pero más cerca de la playa de isla Chapera donde ya habían fondeados un par de catamaranes, un monocasco y algunas motoras. Estábamos en bajamar así que teníamos que sumar 4,35 m a nuestro fondo. Se divisaba una gran playa de arena blanca y selva. Arribaban constantemente barcazas locales llenas de gente. Es sábado y se nota. San Google nos cuenta que es una isla de 186 hectáreas, todas de selva y playas. La llaman la isla de los misterios porque dicen que hay túneles ocultos y un pasado oscuro asociado a un supuesto jefe de un cártel. Una vez terminamos el fondeo el capi se fue con la dingui a hablar con el catamarán que teníamos a nuestra popa por babor pues, una mujer se había puesto a gritarnos mientras fondeábamos. Al parecer el marido no estaba tan nervioso y no le pidió que rectificara nada. Aun así recogimos 10 m y nos quedamos con 40 m para un fondo de 10 m más que suficiente. Posición 8º 35,05’ N 79º 1,22’ W. Preparamos hamaca y toldo y nos hicimos el ángelus y después, Rubén y yo decidimos irnos a hacer snorkel ya que en Navionics nos marcaba zona de pesca o inmersión en una saliente rocosa que teníamos a nuestro estribor. A él no le apetecía venirse, prefería quedarse haciendo cosas a bordo así que, tras las indicaciones y recomendaciones habituales para el manejo del motor de la dingui, nos fuimos y la anclamos a las rocas que velaban estrenando así la pequeña anclita que le había regalado su vecino Juan. Y efectivamente había mucha vida pero justo en ese punto, más allá nada. Vimos grandes peces trompeta, peces luna, loros y muchos nemitos y el suelo lleno de coral blanco verde y naranja.
A la vuelta hice rápidamente la comida, es increíble cómo pasa el tiempo bajo el agua, eran más de las 3h p.m. Y justo cuando nos poníamos a comer, el armador recibió una llamada de España, su madre de 88 años había sido ingresada en el hospital. Se temía lo peor, por lo que empezó a cavilar posibles alternativas para volar rápidamente a España y dejarnos a nosotros con su barco. Es mucha responsabilidad le dije, aunque gracias por la confianza. De momento decidió volver a isla Contadora, desde donde podría coger un ferry o una avioneta, según se desarrollaran los hechos en las próximas horas. Dicho y hecho, tomamos nosotros el control para practicar como si él no estuviera. Rubén a proa y yo al timón. Él nos iba recordando todos los instrumentos a activar y así, poco a poco, salimos del fondeo sin problemas y volvimos, junto con el sunset, a isla Contadora. Echamos el hierro en el mismo sitio justo que lo habíamos levantado hacía unas horas. Tras los chapuzones del fin del día, para endulzarnos y
ponernos el aceite de coco, que parece ser lo más efectivo para repeler a los mosquitos, empezamos con la sesión de cine. A bordo el dia está lleno de rutinas o rituales que a mi me encantan. Por la mañana y tras saber que el diagnóstico era de neumonía y que la habían estabilizado, decidió no marcharse y seguimos con nuestros planes. Hoy zarparemos rumbo a isla Ampón donde marca otros puntos de inmersión. La navegación fue plácida, teníamos unos 10 nudos por la aleta de babor sacamos toda la Génova y la Mayor. En el Maverick, su armador tiene la costumbre de invertir el orden y como es la República independiente de MA pues así se hace ja ja ja. Paramos motor y aunque íbamos a 3 nudos escasos disfrutamos de la paz y la serenidad que transmite siempre una navegación a pura vela. La navegación fue muy agradable, hasta pusimos orejas de burro en la transición del role del viento a la aleta de estribor, para acabar en un largo amurados a estribor y haciendo puntas de 5 nudos. Algunos inmortalizábamos el momento con fotografías, otros iban estudiando las cartas de Bauhaus, para la aproximación y entrada al fondeo ya que es un paso estrecho entre rocas y bajos varios. Pero entre éstas y el Navionics, entramos sin problemas. Rubén de proel, que ya está hecho un experto, para advertir si veía velar algo no previsto. Posición 8º 30,36 norte 79º 1,33 o este.
Era domingo así que tocaba paella y como habíamos hecho el ángelus por el camino, en cuanto llegué me puse a ello. Por la tarde tras la merecida meditación siesta en mi hamaca preferida, nos fuimos de expedición con la dinguy a investigar la zona y los islotes cercanos. En Isla Ampón había una pequeña población, varios niños se bañaban en la orilla, al parecer son la gente que trabaja en el resort de isla Bolaños. También vimos el inicio de una pequeña pista de aterrizaje, de tierra seguramente según Google Earth y, vimos el típico palitroque con el calcetín de viento que las caracteriza. También nos acercamos hasta un palo blanco que sobresalía del agua con una luz y que no supimos de qué se trataba exactamente. Todo es manglar y aves de todo tipo, garzas, pelícanos y el agua es verde, por lo que no invita al baño, máximo cuando nos dijeron que en la isla De Pedro González hay un lagarto o sea cocodrilos…¿porque no puede haber en ésta, cuando los manglares son su hábitat natural.? Aún así por la mañana, tras mi tabla de yoga, no pude resistirme y me tiré, aunque con prudencia y con mis gafas de buceo y aletas y di la vuelta al barco nadando en menos que canta un gallo jajaja. Nos pusimos a arranchar entre los tres, ya somos todo un equipo, quitamos toldos, hamacas, dingui etcétera y en un plis plas pondríamos rumbo al
norte de isla Viveros en el canal con isla Mina. Esta es una isla privada con un resort, pero el fondeo y bajar a la playa está permitido. Saldremos con la vaciante e intentaremos llegar con la entrante. Justo ahora llegan unos vecinos, otro monocasco que se atreve a entrar más al fondo, es de menor eslora y es posible que tenga menos calado que nosotros. Esta mañana también nos despertaron unos pescadores y por 15 dólares nos vendieron cuatro langostas e hielo ¡qué maravilla.! Al final el armador no quiso entrar en el fondeo del norte de isla Viveros en el canal con isla Mina, decía que era estrecho, pero sobre todo estaba muy cerca y había algo de brisa por tanto prefería navegar más rato. Le propuse dar unos bordos hacia mar adentro y luego volver, pero prefirió seguir hacia el sur, a isla Cañas, como habíamos pensado inicialmente. La maniobra de salida nos dejó hacerla a nosotros, Rubén en proa y yo al timón, él supervisando por supuesto. Salíamos con la baja mar, pero aún nos quedaba 1 hora para la total bajamar así que la sonda marcaba parecido al día anterior y siguiendo más o menos la estela que marcamos en él plotter no tuvimos ningún problema. Una vez fuera de todo peligro sacamos Génova y Mayor y navegamos a vela, rápidamente paró el motor y hacíamos 3 nuditos, a veces más cuando cerrábamos el ángulo con el viento o sea orzábamos. En cuanto estuvo próxima la hora del ángelus, Rubén me sustituyó al timón y bajé a prepararlo, hoy les sorprendí con unos rollitos de jamón york y queso. Además, teníamos las bebidas especialmente frías con el hielo que nos habían vendido los pescadores. Navegamos un rato más a vela, pero pronto el viento lo tuvimos en popa total y sin intensidad suficiente así que, tuvimos que arrancar de nuevo motor para poder llegar antes de comer.
Al final propuso isla Espíritu Santo al norte de isla Cañas. Arribamos allí justo sobre las 15:00 h p.m. fondeamos en el lado W de ella, en el canal que hace con la isla Rey, la más grande del archipiélago. Todos son islotes deshabitados que en bajamar te muestran algunas playas, pero que en pleamar desaparecen completamente y solo ves selva inexpugnable. Mientras estábamos allí pasó una barcaza de pescadores y a él no le gustó nada, sabía de algunos casos de pillaje y abordaje a veleros así que, no le hacía gracia estar allí solos por la noche, habiéndonos visto ya, así que después de dar cuenta de las langostas que habíamos comprado, subimos de nuevo el ancla y nos fuimos hacia isla Cañas, pero al primer fondeo que había a su NW. Aquí bajamos a inspeccionar los alrededores con la dingui, todo puro manglar por la pleamar y discretamente sin luces, pasamos la noche. A popa se veían tenues luces de un pequeño poblado y en la
mañana, mientras hacía mi yoga en proa, divisé a varias barcazas de pescadores, pero ninguna se acercó. Salimos despacio, sobre todo por la zona frente al poblado solo nos quedaba 1,5 m de marea y la carta nos daba una sonda de 1 m así que pasamos justitos, justitos. Además, se notaba porque había pequeñas olitas. Los fondeos del sur de isla Cañas eran más de lo mismo, pequeñas playas desiertas que deben desaparecer con la marea por lo que seguimos navegando un poco más hacia el sur de la isla del Rey. Allí la carta nos marcaba un par de fondeos. Elegimos el más al Sur, junto río Cacique, una bahía dentro de la bahía de San Telmo protegida de todos los vientos. Se divisaba un pequeño pueblo también, Villa Esmeralda, rezaba la carta. Vimos un par de redes echadas en ambos costados de la playa y una barcaza de pescadores recogiéndolas, era justo la bajamar. Un regimiento de pelícanos aguardaba en línea justo en la orilla de la playa para en cuanto se retiraran los pescadores, tirarse a muerte a por los peces que ellos habían despreciado. En los comentarios de Navionics decían que había que esperar a que hubiera media marea para poder entrar a inspeccionar el río y eso hicimos, a las 17:00 h de la tarde con 2,5 m de marea fuimos con el dingui, no sin antes ponerme aceite de coco, como repelente de mosquitos, manga larga y un pañuelo en la cabeza que más tarde me serviría para taparme el rostro completo tipo mora. En la entrada vimos unos pescadores a los que preguntamos si nos venderían algo y quedamos que mañana por la mañana se pasarían por el barco.
El río resultó ser mucho más grande de lo que imaginábamos en anchura, sobre todo en su entrada y en longitud lo recorrimos por algo más de media hora y no nos lo acabamos porque se nos hacía de noche. Naturaleza en su plenitud. En silencio oíamos los ruidos de la selva, pájaros que parecían niños chillando, ramas de manglares que parecía que iban a echar a andar en cualquier momento, lianas que caían de las ramas. Los mosquitos y las moscas empezaron a atacar y como dije, aproveché el pañuelo para ponérmelo tipo musulmán, dejando solo los ojos destapados, a Rubén le faltaba camiseta para taparse la cara. La noche fue tranquila hicimos hamburguesas que previamente preparamos entre él y yo con carne picada que habíamos comprado. Y la peli que me tocaba elegir a mí también fue un éxito, aunque siempre dudan de mi elección ja ja ja.
Al día siguiente quedamos en zarpar antes de lo habitual pues teníamos 18 millas hasta isla San José, pero no hizo falta despertador porque a las 7:30 h ya estaban llamándonos unos chavales pescadores que nos ofrecían un pequeño atún. No sabían que pedirnos y les dimos 5 dólares y más tarde cuando volvieron dos barcazas más, esta vez con grandes dorados ya tuvimos que decirles que no, que no teníamos espacio en la nevera, pero les regalamos una garrafa de 5 L de agua que nos pidieron. En una de las barcas iban niños de no más de 12 años y por eso les pregunté si no iban al colegio, pero para mi sorpresa me dijeron que sí, que cuando volvieran, realmente era miércoles y era lo suficientemente temprano para que les diera tiempo de volver al poblado y llegar a clase. Igualitos que los niños del primer mundo, pensé yo. Aprovechamos para ya desayunar, arranchar y zarpar. Hoy la maniobra la harán entre Rubén al timón y MA en proa, mientras yo termino de recoger en la cocina los preparativos para una ensaladilla rusa. De nuevo no tenemos viento, motor y Mayor y vemos que esta última no se ha guardado bien y no conseguimos sacar su último tramo de arriba. Pero en cuanto salimos de la bahía De San Telmo tuvimos viento y entonces sacamos raudos todas las velas y paramos el motor disfrutando así de la navegación a vela que tanto nos gusta y con la que cruzamos las 12 millas que separan isla del Rey
de isla de San José dónde nos dirigíamos al fondeo del sur donde Juan nos había contado que había un hotelito que por 10 dólares por persona podíamos pasar el día y utilizar su piscina de agua dulce. No había mucha ola y el viento nos daba de través por lo que pude ir preparando la ensaladilla rusa en la mesa de la bañera mientras ellos se encargaban de la navegación. Rubén seguía al timón y MA trimando. Poco después del ángelus arribamos al fondeo. A dos millas ya, divisábamos un gran yate de unos 100 m de eslora, tres o cuatro cubiertas, pero en la playita más al norte, donde se divisaban que habían desembarcado a gente. Nosotros echamos el hierro nada más superar la piedra del mono que dejamos a estribor, en una sonda de 15 m, a la marea aún le quedaban 87 cm, 60cm de regalo a nuestra sonda pues la bajamar era a las 2:30 h de 25 cm. Y la pleamar hoy sería a las 20,35 horas y de 4,35 m, todos los días varía un poco el horario, aunque los metros son más constantes. A estas alturas de la singladura ya me había ganado el título de “oficial de mareas”. Pusimos toldos, para que el barco estuviera fresquito y bajamos rápidamente a tierra. Fondeamos la dingui en la orilla, pues pronto empezaría a subir y, nos fuimos hacia el hotel donde vimos a un señor que nos dio la bienvenida y se ocupó de nuestro saco de basura. Para empezar, teníamos una ducha de agua dulce en la playa y subimos caminito empedrado entre palmeras y bananeras, césped bien cuidado a ambos lados y divisando habitaciones que eran como cabañitas de madera que sobresalían en el acantilado, todas con grandes cristaleras desde donde tendrían asegurada las buenas vistas al océano. En el edificio principal salieron a recibirnos una mujer de mediana edad que nos dio la bienvenida y nos informó del wifi, seguíamos sin tener red
fuera de la suya privada y también nos indicó dónde estaba la zona de la piscina y del pool bar. Hacia allí que nos fuimos dispuestos a regalarnos un día de extravagante lujo, después de los últimos 3 de solo selva y aguas verdes infestadas quizás de cocodrilos. ¡Una piscina infinita y con jacuzzi nos aguardaba solo para nosotros!! Lo primero fue pedirnos dos cocas colas ellos y una coronita muuuuy fría yo. Y con nuestras bebidas en mano, nos pusimos a repasar nuestros WhatsApp que se acumulaban de varios días. Yo fui la primera en meterme en la piscina. Los camareros atentos y en cuanto veían que terminaba mi coronita ya estaban con la siguiente bien fría para entregarme, esta vez embotella, como le dije que me gustaba con sal y limón. Nos contaron que hasta hacía 4 días habían estado completos y desde el 21 de diciembre. Al parecer la isla es privada, del dueño de la aerolínea air Panamá y solo se puede llegar a ella por mar, en barco privado, como habíamos hecho nosotros o yate pues no hay muelle para grandes cruceros ni ferris o por aire, en avionetas privadas. También nos contaron que están todo el año abierto y que son unos 50 empleados unos 25 en el hotel y otros 25 en una granja pecuaria donde hacen miel. Los empleados de la granja tienen a sus familias viviendo con ellos pero los del hotel no, por lo que cada 26 días descansan 4 días y los llevan a Panamá en avión privado para que vean a sus familias.
Hoy elegimos nuestros platos, pulpo, langostinos y solomillo, nos sentíamos afortunados y generosos con nosotros mismos. Creo que es bueno darse estos placeres de vez en cuando, el vivir en condiciones más precarias a bordo hace valores mucho más los beneficios de estar en tierra, sabiendo además que solo los quieres por un rato porque en cuanto comimos y descansamos un ratito en las amplias hamacas justo al lado de la piscina, los tres estábamos ya deseando volver al Maverick que divisábamos desde allí cómo nos aguardaba paciente en la bahía. No sin antes yo, dar cuenta de unas riquísimas margaritas y fotografiar la familia de papagayos que tenían. La dingui, según habíamos previsto, estaba ya flotando a unos metros de la orilla. Rubén se ofreció amablemente a ir nadando hasta ella, la arrancó y desfondeó para acercarse a la orilla a recogernos a nosotros. El sunset ya lo vi desde mi hamaca, aunque aquí no es bueno pues se esconde tras la isla. La noche fue muy calurosa, aunque había bastante viento dejamos la escotilla del living cerrada y mi camarote fue una sauna. Así que después de mi
yoga y meditación en proa no dudé ni un segundo en bañarme, aunque con gafas por precaución y con cuidado de la fuerte corriente. Ayer también nos contaron que habían aparecido a veces cocodrilos en esta isla, pero que los habían matado. Y que la isla también había sido escenario de programas de reality shows como el de Supervivientes, donde llevan a los concursantes a una parte desierta de la isla y los dejan solos. Al parecer el staff de rodaje se aloja en el hotel y un pequeño equipo se mantiene a 1 km de ellos por si hubiera alguna emergencia, pero siempre les ofrecen ayuda con la condición de que quedan descalificados. Al día siguiente aprovechando el viento constante del alisio del N/NW de unos 15 nudos salimos rumbo a la isla de Pedro González donde nuestro amigo nos contó que había una pequeña Marina donde podríamos conseguir gasolina para el dingui. Dimos un primer bordo ciñendo amurados a babor, Rubén y yo nos encargamos de toda la maniobra de desfondear y luego llevando el timón, mientras el armador nos halagaba como la mejor tripulación que había tenido a bordo. Bueno de las mejores, para que no os lo creáis, puntualizaba jajaja. Quizás aconsejé demasiado pronto la virada porque la proa apuntaba muy justa a la punta Cruz de San José y luego para subir hasta el norte sin dar otro bordo hubo que arrancar motor para poder ir ganando barlovento, además cada barco tiene un bordo mejor y decididamente el del Maverick es amurado a babor y no a estribor. El capitán propuso seguir ese bordo hasta superar por el lado oeste toda la isla de Pedro González y luego bajar el lado este hasta donde íbamos, Per Island Marina. Mi propuesta era volver a virar al llegar al norte de San José y así poner rumbo al sur de isla Pedro González y las últimas millas ya hacerlas a motor, pero por supuesto lo mío es solo una opinión, que no me callo nunca, quien ha navegado conmigo lo sabe, que a veces se acepta y a veces no, como inicialmente en este caso.
Así andaba yo, con esos pensamientos sentada en uno de los banquitos de popa del Maverick, en concreto en el de la aleta de estribor, cuando de repente divisé como una gran cola que se movía como una serpiente y que se acercaba a nosotros, ¡Wow! entonces pude ver parte de su cuerpo lleno de lunares blancos era un gran tiburón ballena, grité a la vez qué me giré hacia la dingui, que llevábamos a rastras, temerosa que la volcara, pero no, sigilosamente desapareció hacia las profundidades dejándome una extraña sensación entre susto y admiración, era la primera vez que veía una criatura marina tan grande y por otra, la duda de que habría sido si nos da o si me la encuentro buceando, ¡era enorme!. Eso me alegró el momento de cavilación y a continuación tras comprobar en la carta que efectivamente este bordo era peor y nos estaba haciendo caer demasiado y por ende separarnos de nuestro objetivo, el capitán me anunció que iba a hacer un mix entre su decisión y mi propuesta e íbamos a volver a virar, - me parece perfecto, rectificar es de sabios, le dije. ¡Viramos! ellos a las escotas del Génova que tienen más fuerza y yo al timón y efectivamente este bordo, amurado a babor, nos daba buen rumbo y 6 nudos de velocidad por lo que le quité rápidamente el motor. Solo a vela volvimos a disfrutar de la navegación hasta que observé que el viento había subido y el piloto automático le costaba mantener el rumbo y se iba de orzada. Al segundo guiño salté rápidamente a la bitácora, quité el piloto y timón en mano pedí que recogieran un poco de Génova, pero no era posible portando tanto así que me amollaron escotas y abrieron la mayor. El barco se estabilizó algo más y en cuanto fuimos acercándonos el viento caería pues estaríamos ya a sotavento de la isla. Concentrada mirando la proa timón en mano vi saltar justo delante una gran manta raya. Grité de nuevo, pero de nuevo no les dio tiempo a los demás a verla. Por segunda vez hoy la naturaleza me regalaba una fotografía increíble para retener en el álbum de mi retina, me sentía por ello afortunada. Efectivamente al sur de isla Pedro González las olas se encontraban y el viento se ponía de morro total para ir remontando el lado este de la isla hacia el fondeo elegido, que nos aconsejó Juan, el chileno, donde hay una pequeña marina con la que intentamos contactar por el canal VHF 10. No pretendíamos pillar amarre. De hecho, le echamos morro y fondeamos justo detrás de su espigón, pero rápidamente vinieron a echarnos y cuando les preguntamos por el precio de una noche nos dijeron que 185 dólares ¡qué barbaridad! Cambiamos nuestro fondeo en la playa que había enfrente, aunque no nos daba resguardo ni de mar ni de viento, pero como estábamos solos pudimos echar 60 m de cadena para una sonda de 3,5 m que se convertiría en 8 m en la pleamar. A continuación, bajamos con el dingui al restaurante que tenían, con terracita mirando a la bahía donde además de tomarnos algo para el sunset,
off course, pudimos comprar coca colas y unos huevos que tuvieron a bien vendernos de su propia cocina, pues no había ningún supermercado ni nada parecido cerca. La noche fue tranquila, a pesar de las olitas que nos entraban. Algo antes de llegar, cuando ya nos llegó la señal de internet pudimos renovar nuestras tarjetas SIM y así poder volver a ser autónomos de los wifis para comunicarnos con nuestros móviles. TIGO es la empresa que se ha quedado Movistar, aunque el servicio es de esta y a través de su web pones la tarjeta de crédito y puedes renovar automáticamente. La idea mañana es de cargar gasolina para la dingui y seguir navegando hacia las islas del norte. La mañana amaneció perezosa, costó de arrancar, primero los chicos estaban espesos y aunque les dije que fueran ellos solos para adelantar, acabé de escribir mi diario de bitácoras y aún seguían a bordo así que solté con ellos a la dingui con la excusa de intentar comprar en el bar coronitas. Cuando llegamos nos dijeron que tenían que avisar a la gasolinera que estaba en otro pantalán en la orilla de enfrente a un par de millas. Primero le cobraron y mientras esperábamos nos hicimos el ángelus en la terraza superior rústicamente decorada, haciéndonos un favor porque a esa hora el restaurante estaba cerrado. Aquí parece que todo es un favor ¡caramba!.
Al final estábamos subiendo el fondeo a las 13:00 h casi, por lo que tendríamos que recortar la travesía si queríamos comer fondeados y como tampoco había viento e íbamos con motor y mayor me decidí por isla Bayoneta cuando el armador me dijo que hoy capitaneaba yo. Controlando y comparando las cartas de Bauhaus y de Navionics, puse rumbo al sur de dicha isla y con cuidado, dejando el bajo de coral a babor, entrar poco a poco en el canal entre ésta e isla Ampón. Cuando estábamos ya preparados para enfilar el fondeo, pasé el timón a Rubén para que practicara, bajo la atenta mirada del armador a su lado y yo, me fui a proa. Posición 8º 29,45 ‘ N 79º 2,8’ W. En los comentarios del Navionics leí que una familia había pasado aquí un mes durante la pandemia, pescaban, hacían surf en la barrera y barbacoas en la playa. No está nada mal si se es autosuficiente, pensé. Montamos el chiringuito, toldo y hamaca y abrimos escotillas mientras yo cocinaba y me daba un chapuzón por popa para contrarrestar el calor de la cocina, Con cuidado porque la corriente era bastante fuerte. El agua es clara pero verde, sin visibilidad como la mayoría de las islas. Pero vemos saltar peces constantemente alrededor y los pelícanos están atentos y al acecho para tirarse en picado sobre ellos. La siesta y meditación se alargó en la hamaca más de lo deseado y desperté con el sunset, por lo que pedí ayuda a mi hijo para recoger rápidamente mi lado del toldo y poder verlo sin problemas y más tarde las estrellas y la luna que ya estaba media pues me quedé balanceándome en ella escuchando algún que otro podcast de ITSAS TANTAK mientras los chicos leían o miraban sus móviles en la bañera. Por la noche vimos pasar una barcaza de pescadores mientras veíamos una película. Por lo que el armador prefirió ir combinando ratos de sueño en bañera con los de su camarote pues está con la mosca tras la oreja desde que le dijeron que había habido algún ataque de piratas por las perlas. Gracias a Dios o al universo, no hemos tenido ningún problema, solo nos hemos cruzado con humildes pescadores que como mucho nos han ofrecido pescado o saludado, como los de esta mañana, mientras arrancábamos para zarpar. Hoy ponemos rumbo ya hacia Contadora, según Navionics nos aconsejaba salir por el sur, igual que entramos, pero nosotros somos más atrevidos y como tenemos la pleamar con 3,25 m hoy a las 11:00 h, justo cuando salimos, tomamos el canal hacia el norte sorteando bajos y piedras. Y al salir nuevamente el armador decidió sacar velas cayendo a estribor y pasando entre isla Bolaños e isla Volare, para luego subir a isla Contadora por el lado de estribor. Justo cuando llegamos y fondeamos al lado de nuestro amigo Juan, nos llamó para decirnos que fuéramos a su barco a comer que tenía la comida
hecha. No nos paramos ni a poner el toldo y salimos pitando con la dingui. Tenía camarones, como él llama a los langostinos, una sartén llena para nosotros y arroz. Ellos acababan de terminar, le visitaba un amigo de su hermandad, así que comimos los tres. Yo llevé las bebidas, que se enfriaron rápidamente en su congelador, ¡qué gusto ver una nevera y congelador con nieve! De hecho, cuando terminamos bajamos a tierra a comprar hielo, MA aprovechó para ir a correr y Rubén y yo para darnos un último chapuzón en la playa y tomarnos los últimos Margaritas. Después vendrían ellos, preparé cena, pero llegaron cenados y con guitarra en mano dispuestos a despedirnos al ritmo de canciones populares españolas que íbamos buscando raudos en google para acompañarles cantandolas. Sobre la medianoche se despidieron, antes que los vecinos nos abuchearan, ¡una retirada a tiempo siempre es una victoria!.jaja. Y nos fuimos a dormir, mañana había que salir al alba aunque hasta que yo no desperté con la luz a las 6:30 h y di la voz de ¡arriba tripu!, no espabilaron, así que zarpamos a las 7:30 h, diciendo adiós a las Perlas. Rumbo Panamá City, 34 millas por delante. Tenemos viento del norte, el capi ha decidido seguir la estrategia que le dijo Juan, 2 horas de motor para ganar barlovento antes de sacar velas y poner rumbo. Cuando por fin lo hacemos sacamos toda la Mayor y Génova, teníamos entre 15 y 20 nudos de viento que nos obligaron a poner incluso un rizo en algunos momentos tanto a la Mayor como a la Génova. Y aun así, hicimos una media de 6 nudos. Para las maniobras yo me ponía al timón y ellos se encargaban de las velas. Al final hemos hecho un buen equipo. Arribamos sobre las 14:20 h a Flamenco Marina para repostar diésel y agua. Mientras cargaban los tanques yo aproveché para cocinar y así cuando nos fuimos al fondeo en brisas Amador, nos pusimos a comer, pues nos dijeron que estaban completos y no podían darnos amarre. Decidimos dejar el velero bien fondeado e irnos a un hotel a la ciudad para pasar nuestra última noche, dormir en una buena cama y tener una ducha de agua caliente sin restricciones. El armador también se vendría con nosotros, ya ha aprendido a regalarse de vez en cuando un lujo de estos como yo le recomendé en mi primera singladura con él. La vida del navegante está llena de restricciones y escaseces a cambio de otros lujos como tener una inmensa piscina salada para ti o una ventana al planetario de noche y a increíbles puestas de sol y amaneceres, por eso luego aprecias el doble los lujos de tierra y encontrar el equilibrio es lo genial. Así he aprendido a vivir yo estos últimos años. Cuando estoy en el mar los echo de menos y cuando llevo mucho en tierra ya no me doy cuenta de ellos y tengo que volver a embarcar para agradecerlos. En fin, que elegimos el Marín Place Hotel, en el Financial District de Panamá City para alojarnos.
Panamá es una ciudad diversa, grandes rascacielos de cristal conviven con viejos edificios o iglesias y por medio solares abandonados con vegetaciones exuberantes y ceras rotas o con malas hierbas. El tráfico es tremendo en horas punta y los taxis los negocias antes de subir, pero son relativamente baratos. Independientemente del tiempo ellos te cobran por kilómetros y pasajeros. Inicialmente pensamos en pasar el día siguiente en la piscina del hotel, el calor y la humedad son tan grandes que durante el día es horroroso salir por la calle. Pero resultó que era pequeña y sin apenas hamacas ni sombrillas así que al final, optamos por dejar las maletas en consigna e
irnos a algún Mall cercano. Día dedicado a compras, aunque yo fui la única que pesqué ja ja ja. Luego vuelta al hotel a por las maletas y para el aeropuerto, a armarnos de paciencia por qué ya hemos recibido aviso de que tenemos 2 horas de retraso en nuestro vuelo. En la puerta del hotel nos despedimos del armador con un fuerte abrazo y dándole los ánimos para que finalice los trabajos a bordo y pueda cruzar más pronto que tarde el Pacífico. Buena proa al Maverick siempre y por supuesto a su armador, ese entrañable niño grande con el sueño de dar la vuelta al mundo. Para colofón, al embarcar e ir mi hijo a saludar a la tripulación a cabina, nos ofrecieron dos asientos en primera, ¡wow era mi primera vez!, asi
que imaginaros como disfrute este lujazo!! Y ahora si poniamos punto final a una singladura muy especial por el archipielago de las Perlas, en el lado del Pacifico de Panama. Puede que algun dia lo cruce o puede que no, ahora mismo he preferido el QUIEN sobre el DONDE y por ello vuelvo a casa para aprovechar la convivencia de mi hijo hasta su partida definitiva.

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